Este libro se estructura por estrictas razones de método, en tres partes formal y funcionalmente diferenciadas, doadas de personalidad propia y distinat pero estructuralmente interrelacionadas. La primera se ocupa de los procesos de formación, desarrollo, culminación y disolución del Condado de Castilla. La segunda atiende a la fijación del papel que cumplió Fernán González durante los casi cuarenta años en que le gestionó como delegado regio. La tercera confronta los resultados de aquella y de ésta en un nivel científico superior para dar respuesta a dos cuestiones candentes en las ciencias humanas: cómo se producen los cambios sociales y cuál es el grado de libertad de los líderes institucionales en la gestión de los sistemas.
Del estudio se desprende que, antes de su configuración como principiado/reino a comienzos del siglo XI, Castilla arrancó a finales de la quinta centuria, como un topónimo para designar el segmento centro-septentrional de las Merindades burgalesas actuales y cuajó como un corónimo para denominar sucesivamente un «territorium» hispanogodo (574-712), un «iqlim» musulmán (712-741), una circunscripción protoastur (741-768), una comarca independiente (768-850), un microcondado embrionario (850-932) y un macrocondado plenipotenciario en el seno del reino leonés (932-1038).
Fernán González, por su parte, ni fundó el Condado ni le independizó de León, pero contribuyó significativamente a conferirle personalidad institucional, a dotarle de un andamiaje administrativo normalizado, y a sentar bases operativas efuicientes para su ulterior transformación en Reino. El periodo en que convergieron el Conde y el Condado, funcionó como una genuina fase de Transición, sobredenominada por la «pequeña explotación agropecuaria familiar» cuyas necesidades superestructurales, dejaban un limitado margen de maniobra, tanto a los personalismos como a las improvisaciones.