Castilla nos une

Castilla nos une

El 30 aniversario del Estatuto que ningún madrileño votó. (Marzo 2013). (01/03/2013)

Hoy se cumple el trigésimo aniversario del Estatuto de autonomía de la Comunidad de Madrid, la cual le ha rendido homenaje.
La filosofía del «café para todos» llevó a la creación de dos tipos de comunidades autónomas: las de «primera», acogidas al art. 151 de la Constitución, y las de «segunda», acogidas al art. 143.

Entre las primeras estaban las mal llamadas «nacionalidades históricas» (como si Aragón, Navarra, León o Castilla no tuviesen más siglos de Historia a sus espaldas) y Andalucía, otro «invento» decimonónico que, eso sí, contaba con la voluntad de sus habitantes (salvo los de Almería). Las Comunidades Autónomas castellanas se contaron entre las damnificadas principales por el nuevo Estado asimétrico de regiones de primera y de segunda. Como es bien sabido, de Castilla la Vieja fueron desgajadas las provincias de Santander y Logroño, rebautizadas como Cantabria y la Rioja. Los restos se unieron con las provincias leonesas sin consultar con su población.

Al sur del Guadarrama, lo positivo fue la recuperación de la provincia de Albacete para Castilla, que pasó de ser Castilla la Nueva a Castilla-La Mancha (otro curioso engendro, con un nombre de región-comarca tan absurdo como podría haber sido Cataluña-Ampurdán o Andalucía-Axarquía).
En el caso de Madrid, tampoco se nos consultó a los madrileños (en mi caso, un adolescente imberbe) sobre si queríamos ser comunidad uni-provincial o seguir unidos a nuestra región geográfica e histórica.

30 años ya de un estatuto que aquí no reclamaron las masas (recordemos en cambio el «volem l´estatut» en Cataluña) . Los políticos y las oligarquías a las que sirven dirán que han sido 30 años de prosperidad para Madrid. Lógicamente, a nivel material no podemos estar como en 1983. Los tiempos cambian, y bla bla bla…
Hoy mismo, el presidente autonómico volvía con el discurso habitual, que en este sentido es el mismo para PSOE, IU y PP: Madrid no tiene identidad, o su única identidad es la española (PP) o la multicultural universal (izquierda).
Nihil Novum. Han conseguido, tras 30 años de propaganda, educación y Telemadrid, que la mayor parte de los madrileños se crean esa versión oficial. Han hecho suyo el lema de Goebbels, de que una mentira (o en este caso medias-verdades) repetida mil veces se convierte en verdad.

No voy a aludir a razones históricas (convenientemente maquilladas, cuando no manipuladas o burdamente falseadas en Comunidad Autónoma de Madrid y de Castilla La Mancha) que avalen la castellanidad de Madrid. No voy a aludir a la propia legislación madrileña (Ley 2/1983 de 23 de diciembre de la bandera, escudo e himno de la Comunidad Autónoma de Madrid) . Tampoco voy a aludir a la geografía, obstinada ella, que no presenta ninguna frontera natural con Cuenca, Toledo o Guadalajara.

Podría hablar del sentido común, de lo absurdo de una frontera artificial que impide que los bomberos de la Comunidad Autónoma de Madrid puedan acudir a auxiliar sus colegas castellano-manchegos en un desastroso incendio en Guadalajara. Podría hablar de la gran área metropolitana de Madrid., que abarca ya todo el corredor del Henares hasta Guadalajara y por el sur ha expandido nuestras fronteras socioeconómicas hasta Toledo. Podría hablar de los miles de estudiantes de Comunidad Autónoma de Madrid y Castilla y León en las universidades madrileñas, de los madrileños que se han ido a vivir a Toledo, Segovia o Guadalajara.
Son muchas las razones culturales, educativas, sanitarias, de infraestructuras…que nos llevan a pensar a los castellanistas, y a otros ciudadanos que utilizan el llamado «sentido común» para reclamar, una reunificación de Madrid y sus provincias hermanas. Son muchas las voces que se alzan contra el despilfarro autonómico, la duplicación de servicios y competencias, etc. etc. Este no es un debate sobre la supresión de las autonomías, sino sobre su racionalización.

Una mayor coordinación y cooperación entre Madrid y las dos Comunidades Autónomas castellanas vecinas sería bueno para todos. La supresión de las actuales Comunidades Autónomas o su reordenación no es ningún disparate de visionarios y/o «nacionalistas» como plantean los partidos mayoritarios. Sería lo razonable si el nuestro fuese un país razonable y no primasen los intereses de la plutocracia y de una casta de políticos profesionales que no quieren ver limitados sus privilegios.
Madrid necesita a las provincias limítrofes para su desarrollo racional, así como el resto de provincias castellanas necesitan a Madrid. Madrid debería dejar de ser el agujero negro del Donut castellano, tragando población y recursos, para ser motor de desarrollo solidario. La solidaridad empieza por los más cercanos. Y en nuestro caso es impresentable ver en un país europeo cómo un territorio superpoblado se ve circundado por campos yermos y en muchos casos víctimas de la despoblación y el abandono a pocos Km. de la capital del Reino.
Pero Doctores tiene la Iglesia, y los argumentos socioeconómicos y de otro tipo que nos llevan a pensar que las sinergias fruto de una unión de Comunidades Autónomas castellanas sería positivo, pueden encontrarse y leerse en otras páginas.
Voy a dar mi opinión estrictamente personal. Soy «madrileño viejo», descendiente de madrileños por vía materna hasta el S.XVIII que yo sepa. Con esto no pretendo ser más que nadie, pero tampoco quiero ser el último de la fila en mi propia casa. Desde niño se me enseñó a amar a toda España, pero desde el amor a mi tierra más cercana, y por supuesto a Castilla. Se me enseñó que Madrid era parte de la región de Castilla la Nueva. Llegó la transición, y nos «vendieron la moto» de que solos estábamos mejor.

Pues bien, reclamo mi derecho a la disidencia. Me siento como un palestino que contempla cómo su tierra se llena de colonos y cómo se le imponen unas fronteras y un estado que no reconoce. Y lo más duro no es ver como día sí y día también los recién llegados desde todas partes de España y del mundo me dicen que no tengo «identidad», sino que los propios jóvenes madrileños crecidos en este «Madrix» no se sienten «castellanos» (como diría un amigo mío: «dejadme Telemadrid unos años y ya veréis cómo recastellanizamos Madrid).
Así que yo no reconozco las bondades de esta autonomía. Vivimos en un país supuestamente libre. Me podrán obligar a acatar y obedecer, pero en mi mente seguiré siendo libre. Y lo digo ahora, y lo diré siempre. Madrid es Castilla, no reconozco este engendro y no lo pienso celebrar.

 

 

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