Castilla nos une

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1.3.- La revolución de las Comunidades de Castilla. TC-PNC. (24/10/2001)

La Castilla de principios del siglo XVI es una nación próspera, económica, demográfica y militarmente; materializa la conquista del reino de Granada, la ocupación de Canarias y de Navarra y una activa política colonial en África y sobre todo en América. Se encuentra a la vanguardia europea en cultura y avances tecnológicos, pero sufre de una fuerte indefinición política, oscilando entre una nobleza deseosa de revitalizar el modelo feudal del siglo XIV, una monarquía tendente al absolutismo y unas ciudades envidiosas de sus homónimas italianas, verdaderas repúblicas independientes. Esta inestabilidad se agudizará con el vacío de poder creado a la muerte de la reina Isabel y las sucesivas regencias, hasta la llegada de su nieto Carlos, en 1519.

La Revolución comunera de 1520-22 es, en sus comienzos, un movimiento claramente nacionalista protagonizado por la mayor parte de los castellanos contra la pretensión imperial de Carlos V de modificar las formas de gobierno del Reino, entregar los puestos rectores de la administración a extranjeros, sacar los recursos financieros de la corona y cambiar la orientación internacional de Castilla. Algunos calificaron este movimiento como revuelta, otros como revolución, otros como la primera revolución moderna europea, antecesora de la francesa, por sus claros contenidos liberales, democráticos, nacionalistas y su fuerte compromiso social y decidido espíritu constitucionalista … después de la represión a la que se vieron sometidos los supervivientes de la batalla de Villalar, los ecos de la rebelión comunera, a lo largo de los siglos se han interpretado desde diversas posturas. Han sido elegidos como representantes del pensamiento progresista por unos y de lo más reaccionario por otros, decididamente, no ha dejado indiferente a nadie.

El 29 de Julio de 1520 se constituye en Avila la Santa Junta del Reino o gobierno revolucionario castellano. Se elige como presidente de la Junta al toledano Pedro Laso de la Vega (hermano de Garcilaso de la Vega) y a Juan de Padilla como jefe del ejército comunero, formado con las milicias populares de las ciudades insurrectas. Otros capitanes de las ciudades comuneras son: Juan Bravo (Segovia), Juan de Zapata (Madrid), Antonio de Acuña, Obispo de Zamora y Francisco de Maldonado (Salamanca).

El 23 de octubre de 1520 Don Carlos es coronado Emperador y el 31 de octubre, contando con el apoyo de la nobleza, que veía peligrar sus privilegios, el cardenal Adriano de Utrecht declara la guerra a la Junta rebelde. El ejercito imperial toma, tras encarnizados combates, la ciudad de Tordesillas, escapando la Junta hacia Valladolid, encabezados por Pedro Lasso y Pedro Girón; Padilla vuelve a Toledo, el Obispo Acuña vuelve a la Tierra de Campos, donde pone en pie un ejercito campesino que asalta fortalezas señoriales. Acuña marcha a la meseta sur para organizar las tropas comuneras que combaten al prior de San Juan y al Duque del Infantado, aunque no logra impedir que el 12 de abril de 1521 las tropas del prior de San Juan arrasen la ciudad comunera de Mora, dando muerte a más de 3.000 ancianos, mujeres y niños. Padilla, por su parte, al mando de las tropas comuneras de la meseta norte, asalta la fortaleza imperial de Torrelobatón, al norte de Valladolid, que cae tras tres días de penoso asedio el 25 de febrero de 1521.

En la madrugada del 23 de Abril, el ejercito comunero sale de Torrelobatón tratando de alcanzar la seguridad que ofrecen las murallas de Toro; los imperiales salen en su busca, dándoles alcance en las cercanías de Villalar. La infantería comunera, bajo una fuerte lluvia y sin la protección de la artillería, es dispersada por la caballería de los nobles, que vencen también sin dificultad a la escasa caballería de los comuneros. Las bajas imperiales son ridículas, los comuneros pierden entre quinientos y mil hombres, mientras que otros seis mil son hechos prisioneros. El 24 de Abril, sin proceso alguno, Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado son decapitados en la plaza de Villalar. En menos de un mes, todas las ciudades de Castilla la Vieja (Segovia, Salamanca, León, Zamora, Toro, Avila, Valladolid, Medina) se rinden ante las tropas de don Carlos. Sólo Madrid, Murcia y Toledo continúan desafiando el poder imperial.

A primeros de Junio de 1521, tras un breve asedio del alcázar donde se refugiaban los comuneros madrileños, Madrid cae en poder de los imperiales. Sus principales caudillos son decapitados. Murcia, que desde el principio de la revolución mantuvo las posturas socialmente más radicales, resistió un fuerte sitio hasta ser tomada por las tropas imperiales que luego acabarían con la revuelta agermanada del Reino de Valencia. Toledo, liderada por María de Pacheco, viuda de Padilla, es sitiado; el 1 de septiembre Toledo comienza a sufrir el bombardeo de la artillería real. El 25 de octubre de 1521, la desfallecida ciudad de Toledo se rinde a condición de que se respete la vida de María de Pacheco y demás comuneros implicados en la Comunidad.

El 9 de enero de 1522, gracias al apoyo del emperador Carlos V, el cardenal Adriano es nombrado Papa bajo el nombre de Adriano VI. Al llegar las noticias a Toledo se organizan celebraciones de júbilo por parte del cabildo catedralicio. En una procesión el 2 de febrero se provoca a varios antiguos comuneros, algunos de los cuales son apresados; vuelve la revuelta a la ciudad y María de Pacheco con sus fieles toma el alcázar y libera a los comuneros presos; el día 3 de febrero de 1522 vuelven a entrar los imperiales en Toledo y sofocan definitivamente la nueva rebelión comunera. María de Pacheco logra escapar con su hijo hacia Portugal, donde morirá en el exilio diez años después, a los cuarenta de edad, sin renunciar a los postulados comuneros.

Durante todo el año de 1521 y 1522 se practica en toda Castilla una represión feroz contra los comuneros; miles de comuneros anónimos son ejecutados y en los señoríos todos aquellos implicados en revueltas antiseñoriales son perseguidos con saña. Especial importancia tiene la ira del emperador contra los principales cabecillas militares, políticos o ideológicos de la rebelión: a los ya mencionados Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, ejecutados en Villalar, se unen Pedro Maldonado, ajusticiado en Simancas; los hermanos Guzmán, en León; el licenciado Urrez, líder de los comuneros burgaleses, en Palencia; el conde de Salvatierra, ejecutado en la plaza mayor de Burgos, tras seis meses de tormentos; Juan de Zapata en Madrid; el pellejero Villoria en Salamanca; el obispo Acuña, colgado en Simancas; y la práctica totalidad de los procuradores presentes en la Santa Junta y los frailes franciscanos y dominicos que elaboraron la mayor parte de los documentos ideológicos del movimiento comunero. Son confiscados los bienes de aquellos cuya participación en el movimiento comunero fuese probada, y las ciudades que apoyaron activamente la revuelta son sometidas al pago de enormes sumas como reparaciones de guerra, lo que en la práctica supuso la ruina de las actividades industriales de Medina, Segovia, Béjar, … en beneficio de la burguesía mercantilista de Burgos y Bilbao, más interesada en exportar la lana a Flandes a través de los puertos cantábricos que en desarrollar una industria textil en Castilla. Las Cortes perderán su carácter decisorio, convirtiéndose en un órgano consultivo que apenas se reunirá y la Inquisición y la Contrarreforma sustituirán a la libertad de pensamiento, las doctrinas erasmistas y el humanismo renacentista que inspiraban el ideario comunero.

Así pues, los comuneros pretendieron instaurar en Castilla un régimen representativo, un gobierno de clases medias, un gobierno ciudadano y burgués, pero esto en un país y en un tiempo en el que la burguesía era relativamente débil y además profundamente dividida entre sí, por lo cual tuvieron que aliarse con los sectores más desfavorecidos de la sociedad: los campesinos sujetos a vasallaje, incitando una revolución social en el campo castellano. Fue una revolución moderna, pero prematura, cuyo fracaso supuso la pérdida de un proyecto autónomo para Castilla, la falta de libertad para su pueblo y el atraso económico para su tejido productivo.

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