El desarrollo de las regiones periféricas del estado y su especialización en los sectores económicos más modernos y dinámicos, ha contenido el posible despegue económico castellano en estos sectores, obligando a la economía castellana a especializarse en actividades primarias, menos rentables, dependientes de las condiciones climáticas y más inseguras en el mercado internacional.
En Castilla se produce lo que el economista sueco J. Myrdal denomino como causación circular acumulativa en relación con las economías subdesarrolladas, la falta de aprovechamiento en el interior de los recursos propios, mano de obra, trabajadores cualificados, ahorro, energía, materias primas,… fenómeno que por una parte manifiesta la falta de dinamismo de la economía y que por otra contribuye a alimentar esa debilidad.
Castilla se ha convertido en productora de bienes de escaso valor y en proveedora de materias primas, a la vez que es demandante de productos manufacturados en otras comunidades, las cuales se benefician del valor añadido de esa transformación, hecha, en muchas ocasiones, sobre la materia prima castellana.
Hoy en día, gran parte de Castilla posee una industria escasa, con tecnología obsoleta y muy dependiente del capital extranjero, y padece unas infraestructuras mínimas que evitan el asentamiento de nuevas empresas en el territorio castellano.
Las contadas inversiones del gobierno central en Castilla se limitan a infraestructuras de comunicación transversales poco útiles para revitalizar de la economía interior, o la instalación en nuestro territorio de actividades que en otros lugares son desechadas por conflictivas, peligrosas o poco rentables (centrales nucleares, macrocárceles, vertederos de residuos, campos de tiro,…) o la construcción de grandes explotaciones de energía o sistemas de trasvases como los planteados por el Plan Hidrológico Nacional, todas ellas inversiones pensadas por y para el exclusivo beneficio de otras comunidades del Estado.
La evolución del sector industrial castellano, lejos de crecer como seria deseable, sufre una importante involución, pasando representar un 23% del PIB castellano a representar el 20%, que, en la estadísticas, se ve amortiguada por el peso industrial que Madrid tiene sobre el resto del territorio.
Esta tendencia involucionista, se ve incrementada por la discriminación que representa la existencia de diferentes niveles competenciales, tratamientos fiscales y económicos derivada de la injusta diferenciación existente entre las Comunidades denominadas históricas y las Comunidades castellanas, que por intereses ajenos a ellas no han sido consideradas como tales, y que en el caso de estas, está provocando un preocupante «efecto frontera» que atenta contra la creación de tejido industrial estable en Castilla, dificultando el asentamiento de industrias, el mantenimiento de las existentes y propiciando importantes desequilibrios inter-regionales en el Estado.
Esta situación afecta también al aspecto cualitativo del sector industrial castellano, en el que la falta de industrias transformadoras de las materias primas producidas en el territorio provoca que la mayoría de los procesos de transformación de dichas materias se realicen fuera de él, produciéndose el trato asimétrico que se da entre zonas monoproductoras de materias primas y zonas industrializadas.
Como contraposición a la situación de involución de los sectores agropecuario e industrial, el sector servicios ha tenido un crecimiento espectacular duplicando su porcentaje de repercusión tanto en relación con el empleo como con el P.I.B castellano, pues ha pasado de representar el 32% del empleo castellano a representar el 64% y de tener una repercusión sobre el PIB del 44% al 62%. No es preocupante el crecimiento de este sector, el cual puede considerarse positivo, pero si es preocupante la situación global si analizamos el desequilibrio que existe en la economía castellana al comparar los diferentes sectores productivos. La excesiva y creciente dependencia que tiene nuestra economía del sector servicios, la convierte en una economía débil y excesivamente dependiente del mercado y las circunstancias externas.
En cuanto al crecimiento económico de las comunidades autónomas castellanas, expresado en el P.I.B, viene siendo menor que la media nacional de forma prácticamente constante, lo cual significa que las comunidades castellanas cada vez son más pobres que la mayoría de comunidades del Estado.