Tras las guerras napoleónicas, el modelo del Despotismo Ilustrado entre en crisis definitivamente, debatiéndose el Estado español en una continua pugna entre absolutistas y liberales, enfrentamiento que durará todo el siglo XIX y que en Castilla adquirirá particular virulencia.
En la primera mitad del siglo XIX, el liberalismo castellano es especialmente fuerte, tanto por su destacado papel en la lucha contra el invasor francés, como por su implantación popular y su destacada intervención en todos los procesos constituyentes. Políticamente se articula a través de las denominadas sociedades secretas, de fuerte componente democrático, federalista y republicano y que unen a sus deseos de transformación social un indudable contenido castellano, recuperando la tradición comunera. Estos grupos («Los Hijos de Padilla», «Los Numantinos», «Los Comuneros»,… ) fueron extremadamente activos, contaron con militares tan importante como Riego, El Empecinado o Espronceda y fueron perseguidos con saña por los absolutistas, que los diezmaron en sucesivos procesos contrarrevolucionarios.
Los restos de este movimiento liberal progresista, se transformaron en la segunda mitad del siglo en el ala federalista del Partido Demócrata Republicano, que a la caída de Isabel II, se mostró con fuerza suficiente para extenderse por toda Castilla, ganando numerosos procesos electorales y proclamando en el Pacto Federal Castellano de 1869 la federación de los Estados de Castilla La Vieja y Castilla La Nueva, que reunía en una misma entidad política a las diecisiete provincias castellanas. El federalismo castellano alcanzó su auge durante la I República, pero el golpe militar de Pavía, la restauración borbónica y la represión consiguiente, acabó con todas sus expectativas.
Durante el siglo XIX, además, con la generalización de un modelo educativo uniforme para todo el Estado, y debido a la necesidad de justificación histórica que tiene el liberalismo centralista, comienza generarse un sentimiento «nacionalista español» entre sectores cada vez más crecientes de la población peninsular.