Por tanto, nuestros pueblos, como el mío, Rabanera del Pinar, no son localidades aisladas y carentes de relaciones con su entorno. Ciudadanos del Mundo, Europeos, Españoles, Castellanos, Burgaleses,… son distintas identidades que se complementan y se solapan enriqueciéndonos.
Sin embargo, a pesar de atávicas rivalidades de unos pueblos con sus vecinos, mantenemos unos innegables vínculos con las localidades de nuestro entorno, con nuestras comarcas. En mi caso, con ese conjunto de localidades que bajo las denominaciones de pinariegas o serranas definen mi comarca natural, que se extiende en este pequeño y particular mundo, montañoso y forestal, que se desarrolla en el espacio geográfico donde convergen las provincias de Burgos, Soria y La Rioja.
Es complejo, y probablemente también atrevido, pretender exponer aquí las “señas de identidad” de nuestras tierras y de nuestras gentes, así que me voy a limitar a visitar algunas singularidades que compartimos con las localidades próximas, y que pueden ayudarnos a entender mejor la personalidad de nuestra comarca.
Si visitamos nuestra memoria histórica, estas tierras pelendonas nos acercan a la gesta celtibérica que protagonizó Numancia y que compartieron todas las poblaciones de su entorno, al desafiar durante décadas a las arrogantes legiones romanas; luchas por mantener su libertad, una forma de vivir y de autogobernarse, de cuyo recuerdo guardan vestigios la mayor parte de los castros de la Edad del Hierro que coronaban las partes altas de muchos de nuestros cerros, topónimos prerromanos como Arlanza, Duero, Ucero, Osma o Urbión, y que más de dos mil años después siguen transmitiéndonos legados que desconocemos, como los cultos a las Aguas en el cercano Pozayrón, o al Dios Lug, el Sol, en la Ermita de Carazo, así como la raíz “de religiosidad manifiestamente céltica- de la mayor parte de nuestras fiestas populares como Candelas, Carnavales, Marzas, las Cruces de Mayo, los Sanjuanes, la Virgen de Agosto o las Fiestas de Difuntos.
Si la impronta celtibérica marca de forma indeleble el ADN de estas montañas, con sus páramos y valles, es la Reconquista y la repoblación altomedieval otra de las singularidades que dejarán su huella en la identidad de nuestras gentes y de nuestras tierras. Castillos y torres, monasterios y villas, las compartimos pinariegos y serranos con el resto de Castilla, pero estas tierras exhiben vestigios de los siglos VIII al XI extraordinariamente singulares, que nos hablan de las batallas del Buen Conde Fernán González, de las desventuras de los Infantes de Lara o de los destierros de Mío Cid, como son las espectaculares necrópolis altomedievales o los valiosísimos eremitorios rupestres que son frecuentes en nuestra geografía, y que han sido objeto especial de estudio en el Centro de Interpretación de Palacios de la Sierra.
El Paisaje y la Naturaleza de nuestras tierras, y los usos que nuestros antepasados hicieron de ellas marcan más señas de identidad características de nuestra comarca, centrada durante casi 10.000 años en los aprovechamientos derivados del ámbito forestal y de la ganadería. La extracción sostenible de la madera del pinar, la necesidad de su desplazamiento a través de arrieros y carreteros, el manejo de vacas y bueyes, como elementos de trabajo y de transporte, y el trasiego de ingentes rebaños de ovejas, desplazados de manera trashumante a través de cañadas, veredas, cordeles y demás vías pecuarias, constituyeron la esencia socioeconómica de la Sierra, desde tiempos de Alfonso X el Sabio hasta prácticamente la Guerra Civil ¡ni más ni menos que 800 años! La lana de estos campos vestía a los soldados de nuestros tercios y la madera de estos montes construía los buques de nuestras armadas. Así surgieron figuras como el Honrado Concejo de la Mesta u otras tan singulares y nuestras como la Real Cabaña de Carreteros.
Y precisamente, asociado al aprovechamiento y gestión de los productos del bosque y la ganadería, vinculados a las primitivas repoblaciones altomedievales, se deriva otra de las características más notables de estos pagos: lo Comunal o Comunero. Una forma de propiedad en que lo colectivo primaba sobre lo particular o sobre lo institucional, y una forma de explotación colectiva que permitía a todas las familias sobrevivir a las épocas de escasez, aprovechando recursos como leñas, maderas, sillares de piedra, bellotas, pastos, resina, frutos del bosque, fuentes, setas, caza, pesca, construcciones pastoriles, etc… que garantizaban la distribución entre todos de lo que era de todos, practicando una solidaridad y un apoyo mutuo digno de los primeros cristianos. Pero lo Comunero y lo Comunal, que hoy languidece por la codicia de unos pocos y el desinterés de las administraciones, no se limitaba a los aprovechamientos económicos, sino que alcanzaba a las formas de gobierno de los Concejos, practicando una democracia directa y participativa, característica de la primitiva Castilla Condal, donde nadie era más que nadie y donde se ponía más empeño en preservar las “Cosas del Común” que las propias.
A lo largo de este itinerario afectivo por las raíces comunes de los pueblos de la Comarca de la Sierra y de Pinares, nos acercamos a singularidades etnográficas que si bien no son exclusivas de estas tierras, han encontrado en nuestro entorno su máxima expresión, como son las atávicas y vistosas Danzas de Paloteos, de claras reminiscencias bélicas, o la Pingada del Mayo, cuyo origen animista y de culto a la naturaleza parece evidente. También las gentes serranas y pinariegas han sabido generar modelos arquitectónicos populares propios, adaptados a su realidad climática y socioeconómica, como los pastoriles chozos, las grandiosas Casas de Carreteros o las espectaculares Chimeneas Serranas Cónicas.
El paisaje de esta Comarca, viene también marcado por la naturaleza geológica de su territorio, donde conviven en relativa armonía: altas cumbres de edad paleozoica, campiñas arenosas del Cretácico Inferior, con mesas y cañones calcáreos donde ha ganado fama internacional el excavado por el río Lobos y sorprendentes macizos de conglomerados, que se alzan como gigantes gastados y desfigurados, que dan lugar a atractivos peñascos como en Castroviejo, en los Barruecos de Pinilla o en las Peñas Santanas de Rabanera.
Este paisaje, fruto de las fuerzas telúricas y del erosivo paso del tiempo sobre materiales depositados hace más de 100 millones de años, ha preservado un tesoro paleontológico que ha devenido en que nuestra Comarca sea también hoy identificada como “Tierra de Dinosaurios”, pues son aquí numerosísimos y de enorme valor científico, didáctico y esperemos que también turístico, los yacimientos con restos de estos desaparecidos monstruos del Mesozoico, ya sea a través de fósiles de sus huesos, de las huellas que dejaron sus pisadas o de los restos vegetales que junto a ellos convivían. Así, Rabanera alberga tesoros paleobotánicos en su trinchera del ferrocarril, Hacinas y Castrillo de la Reina, majestuosos ejemplares de árboles fósiles, Salas de los Infantes expone en su Museo de los Dinosaurios, los mejores ejemplares hallados en las excavaciones y Regumiel de la Sierra, Mambrillas de Lara y Costalomo, albergan icnitas de un valor incalculable.
La vertebración de nuestra comarca se materializa también a través de otro tipo de patrimonios mucho más recientes, como el tristemente desaparecido Ferrocarril Santander-Mediterráneo, que supuso la llegada de la modernidad a esta olvidada tierra, y cuyo vergonzoso cierre explicita a las claras la falta de interés que por estas tierras de interior tiene todo tipo de lejanos gobiernos.
Y aunque ahora vivimos en los tiempos de los videos de YouTube, algunos nos hicimos mayores junto a las historias que nos contaban los cinematógrafos. La Sierra y Pinares también ha sido escenario donde se han rodado famosas películas. Y sorprende que el paisaje serrano, tan lleno de contrastes haya servido para ambientar simultáneamente en sus tórridos veranos,los escenarios desérticos del Oeste Americano, en sus duros inviernos las nevadas estepas siberianas, y en las callejas de sus pueblos las villas medievales inglesas. Voy a recordar seis películas que inmortalizaron estas tierras pinariegas en su metraje. En 1952, Arturo Ruiz-Castillo rodó “La Laguna Negra”, con Fernando Rey, basada en el Poema “La Tierra de Alvar González” de Antonio Machado. En 1962, el western italiano Cabalgando hacia la Muerte “La Sombra del Zorro” utilizó las Peñas de Castroviejo para los duelos de sus pistoleros. En 1963, se rodó en algunos pueblos de la zona y en el Valle de Carazo la primera gran superproducción histórica americano-española “El Valle de las Espadas” (The Castilian) con Espartaco Santoni, recreando los hechos que narra el Poema de Fernán González sobre el nacimiento del Condado Independiente de Castilla. En 1965, Orson Welles utilizó las calles de Calatañazor para recrear la esencia medieval inglesa en “Campanadas a Media Noche”. El entorno de la Peña de Carazo, del río Arlanza y de la localidad de Contreras, sirvieron a Sergio Leone para filmar en 1966 el spaghetti-western “El Feo, el Bueno y el Malo” con Clint Eastwood; ese mismo año y obteniendo cinco óscars y cinco globos de oro, David Lean rodó en nuestros pinares y en las estaciones del Santander-Mediterráneo “Doctor Zhivago” con Omar Shariff. Finalmente, en 1971, las explosivas Brigitte Bardot y Claudia Cardinale lucieron palmito en el entorno de Salas de los Infantes en la grabación de “Las Petroleras”.
Ahora, en pleno siglo XXI, las tierras que unen Burgos y Soria siguen generando vehículos que nos implican a todos sus pueblos, que nos dotan de identidad como comarca. Ahí encontramos al humilde Mirto de Turbera “myrica gale”, recientemente descubierto por la comunidad científica en los trampales más recónditos de los pinares serranos, que además de ser una curiosidad botánica, encierra un enorme potencial farmacológico y económico, cerrando curiosamente el círculo con nuestros orígenes celtas, al ser una planta relicta, un superviviente de las glaciaciones, común en las turberas irlandesas, escocesas y bretonas. O al renovado interés gastronómico por productos tradicionales de esta parte de la Cordillera Ibérica, como las trufas, las setas y los hongos, que ya son de hecho un recurso económico de primer orden para el resurgir de esta tierra.
Este recorrido creo que nos demuestra que los pueblos serranos tienen un pasado natural y humano, compartido con casi dos centenares de pequeñas localidades de este territorio que une las provincias de Burgos, Soria y La Rioja. Y al mismo tiempo, nos evidencia una realidad social, tristemente también compartida, de jóvenes que emigran, empresas que se marchan, pueblos solo habitados por mayores, escuelas que cierran. Si queremos que nuestros pueblos no mueran, las estrategias de supervivencia no pueden ser locales o individuales, deben de apoyarse en la cooperación solidaria, deben tener dimensiones suficientes para garantizar su éxito, deben ser, en suma, comarcales.
Los mejores años de estos pueblos han sido también los mejores años de la comarca de la Sierra y Pinares, y su renacer también vendrá asociado a un futuro mejor para todos sus pueblos hermanos. Juntos tendremos más fuerza, haremos oír nuestra voz, generaremos más ideas y más inteligencia. Juntos tendremos -en suma- más y mejor futuro. Por la Comarcalización.
(Fuente: http://burgosconecta.es/blogs/latenadadelcomun/2015/07/09/comarca-sierra-pinares/#more-228 ).