Castilla nos une

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DIEZ AÑOS DE TIERRA COMUNERA. Luis Marcos – Secretario General de TC-PNC. (18/09/2001)

DIEZ AÑOS DE TIERRA COMUNERA
Luis Marcos. Secretario General de TC-PNC

En Diciembre de 1988, en un Congreso Constituyente que tuvo lugar en el Hotel Alfonso VIII de Soria, se creó el partido nacionalista castellano TIERRA COMUNERA. Ha pasado ya una década desde aquella fecha, y quizás sea un momento adecuado para reflexionar sobre lo que esta formación ha querido, modestamente, significar en el ámbito de la política castellana de final de siglo.
Durante los años 1987 y 1988, había ido cuajando, entre un pequeño pero plural grupo de personas, la idea de que era necesario un partido político castellano fuerte, que llenara el vacío que había dejado el histórico PANCAL, que tras su enorme actividad de finales de los setenta, había degenerado bajo un liderazgo errático en un grupúsculo sectario, desconectado de la realidad. Eran los años en que, como ahora, las autodenominadas «comunidades históricas» obtenían todo tipo de privilegios económicos y políticos, alentadas por poderosos movimientos nacionalistas, mientras que los territorios del interior decaían paulatinamente, sometidos a partidos centralistas poco dados a atender las necesidades del pueblo castellano.

Tras reuniones, debates y conversaciones, una serie de militantes procedentes de pequeños partidos como Unión Nacional Castellana, Izquierda Autónoma de Castilla y León y el PANCAL, unidos a independientes y personas del ámbito cultural castellano (Concejo Comunero, Asociaciones Culturales, Grupos de Folk … ), convergieron en el proyecto político de un nacionalismo que unificara a las cinco comunidades castellanas, bajo un programa de transformación progresista. Obviamente, la mayor parte de quienes crearon TIERRA COMUNERA (TC-PNC), eran conscientes de que la tarea del nacionalismo castellano era, inicialmente, testimonial, ya que la defensa de la identidad y de los derechos de Castilla, no era rentable electoralmente, en unos años en los que la política estaba fuertemente polarizada por el agrio enfrentamiento entre el PSOE y el PP.

Sin embargo, la tradición política del castellanismo, es sólida, seria e histórica. Ya desde la primera revolución moderna y protonacionalista de los Comuneros de Castilla, la defensa de un proyecto propio para esta tierra ha sido vista con simpatía por muchas gentes de ambas mesetas. Una amplia cohorte de ilustrados en el XVIII, de liberales y progresistas en el XIX, de federalistas, regeneracionistas y regionalistas del más variado pelaje, han luchado y suspirado por que Castilla recuperara la gloria, la dignidad y el protagonismo de que disfrutó en su Medievo. El nacionalismo castellano no es algo exótico, mimético o desorientado, sino que se constituye en una respuesta coherente ante la evidencia, enunciada por Sánchez Albornoz, de una Castilla deshecha por la España que se empeñó en construir.

Han pasado diez años desde que se creó TIERRA COMUNERA (TC-PNC), y quienes tuvimos el privilegio de asistir a sus momentos iniciales, podemos observar con cierta serenidad y perspectiva, como la madurez y la experiencia ha ido enriqueciendo a un espíritu rebelde, idealista y juvenil, que siempre ha caracterizado las actuaciones de este partido castellanista. Desde luego, electoralmente hablando, el éxito no ha acompañado a los jóvenes comuneros, que siguen practicando la política fuera de las grandes instituciones, a pesar de haber concurrido a todos los comicios convocados desde 1991. Eso sí, tampoco se han quedado estancados: si en las municipales de 1991, reunía TIERRA COMUNERA (TC-PNC) menos de 1900 votos para los distintos Ayuntamientos donde presentó candidaturas, en las autonómicas de 1995 ya eran casi 15.000 los castellanos que apoyaban a este partido.

Pero si TIERRA COMUNERA no ha rehuido las elecciones, que no era el terreno más adecuado para desarrollar su misión, ha sido en la calle donde más cómodamente ha defendido sus ideas para una nueva Castilla. Un rápido repaso de hemeroteca nos recordará las denuncias judiciales contra las prácticas corruptas en la Expo de Sevilla o en el Consejo Económico y Social de Castilla y León, la campaña por conservar las Glosas en Silos, las críticas por la marginación de Castilla en los eventos del 92, la exigencia de liberar el peaje de la A-1 entre Burgos y Miranda, la lucha contra el expolio del agua castellana mediante el trasvase del Tajo, la reivindicación de una Castilla sin nucleares ni cementerios radiactivos, o la defensa de la pertenencia a Castilla de Treviño. Manifestaciones junto a nuestros agricultores, reivindicaciones estudiantiles, denuncias contra atentados ecológicos, propuestas para defender nuestro patrimonio cultural y monumental, etc. … conforman un extenso trabajo de concienciación teórico y práctico.

Han pasado diez años en los cuales TIERRA COMUNERA ha ido ganándose un espacio entre su pueblo. Su trabajo constante, su utopía castellana, y su peculiar visión política de que hay que decir ciertas cosas, aunque no den votos, ha contribuido probablemente a que la vida política y social de nuestra tierra sea más rica, plural y diversa, y quizás también más divertida. Si los grandes magnates norteamericanos dicen que lo difícil es hacerse con el primer millón de dólares, los nacionalistas castellanos podemos afirmar que lo complicado es aguantar los primeros diez años. La querencia por nuestra identidad, y el trabajo por una sociedad castellana más justa, próspera y democrática, sigue teniendo en este partido castellano, y cada vez con más fuerza, un claro paladín.

Luis Marcos

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