Castilla nos une

Castilla nos une

El Estado y los desequilibrios territoriales.

En este caso, los datos hacen referencia al ejercicio 2012, ofreciendo la habitual fotografía de que las comunidades más pobres (noroeste, centro y sur) reciben un saldo fiscal positivo de aproximadamente 30.000 millones de euros, mientras que las más ricas (Cataluña, Valencia, Baleares y especialmente Madrid) mantienes un saldo fiscal negativo equivalente.

Y junto a este panorama global, destacan las excepciones del País Vasco y Navarra, que gracias a su sistema foral y a sus conciertos económicos, a pesar de ser los territorios con mayor renta per cápita del Estado (más de 30.000 euros al año, el doble que Extremadura), son beneficiarios netos de la caja central por un importe equivalente a casi 2.000 millones de euros al año.

Las diferencias con los datos publicados el año pasado (respecto al ejercicio 2011), y que ya comentamos en una entrada de este blog en su momento, parecen sutiles pero no lo son tanto. Ahora es Madrid el territorio sobre el que se sustenta la “solidaridad interterritorial”, prácticamente en exclusiva, pues aporta las dos terceras parte del total de los flujos económicos interterritoriales; en 2012 ni más ni menos que 19.015 millones de euros, con un incremento del 41% respecto a 2011, reduciéndose las aportaciones de las otras comunidades “ricas”, especialmente Cataluña, que rentabiliza así el pulso soberanista.

Los territorios en los que viven ciudadanos más ricos (salvo los casos citados del País Vasco y Navarra) pagan más impuestos y los territorios en los que viven ciudadanos más pobres pagan menos; el Estado acaba por tanto realizando un proceso de redistribución de la riqueza, pero escasamente eficiente, ya que tras 35 años de Estado Autonómico, las desigualdades de renta entre comunidades autónomas, lejos de haberse reducido, se han mantenido y en algunos casos, incluso han aumentado.

Las inversiones y el efecto de reequilibrio territorial del Gobierno Central son manifiestamente ineficientes, si su objetivo es buscar una convergencia de la renta real de los ciudadanos españoles con independencia de donde vivan. Y ello a pesar de que, en los casi 30 años de nuestra pertenencia a la Unión Europea, nos hemos beneficiado de un saldo neto favorable de aproximadamente 90.000 millones de euros, que sí han tenido un efecto de reequilibrio territorial importante dentro de España, ya que fondos estructurales y fondos de cohesión se han ejecutado de manera prioritaria en las comunidades españolas más desfavorecidas.

La publicación de las Balanzas Fiscales, cuya metodología de cálculo ni es indiferente ni neutral, no aborda otros flujos entre las comunidades y el conjunto del Estado, que aunque no son de carácter fiscal, también pueden ser medidos en términos económicos.

Así si hablamos de flujos interiores de población, de materias primas (agropecuarios, mineras, forestales), del agua, de la energía, de los depósitos bancarios, de la tributación de las empresas y sociedades, etc… observamos cómo, a lo largo de los últimos 150 años (por lo menos), Andalucía, Aragón, Asturias, Castilla, Extremadura y Galicia, a través de las políticas impulsadas unilateralmente por el Gobierno Central, derivaron esos recursos básicamente hacia el País Vasco, Cataluña y Madrid.

Resumiendo, territorios como Andalucía, Extremadura, las dos mesetas castellanas o Galicia, que hoy son directamente beneficiarios del saldo fiscal del Estado (originado fundamentalmente por Madrid y en menor medida por Cataluña), han contribuido con sus materias primas, su mano de obra, su energía o sus depósitos bancarios al desarrollo industrial y empresarial de Cataluña, País Vasco y Madrid, a sus elevadas rentas per cápita y a sus infraestructuras.

Solo País Vasco y Navarra, nuevamente gracias a sus privilegios forales, han salido beneficiados durante estos 150 años, tanto de los flujos económicos como de los fiscales, procedentes de otros territorios más empobrecidos del Estado.

Sin embargo, las nuevas Balanzas Fiscales ponen en evidencia que las comunidades económicamente privilegiadas, cada vez menos, se escaquean más del esfuerzo de solidaridad, habitualmente fruto de la pulsión nacionalista, cuando no abiertamente secesionista. Y el Estado español, prefiere que sea la Comunidad de Madrid quien, casi en solitario, sostenga el intento de mantener una solidaridad interterritorial en el conjunto de España.

Vamos, que nos retrotraemos a los años de los denominados “Siglos de Oro“ del XVI y XVII cuando manteníamos la ficción del Imperio Español, pero a costa exclusivamente de los pecheros castellanos, pues los privilegios forales de los territorios no castellanos de la Corona les impedían contribuir a financian los desvaríos imperiales y guerreros de los funestos Austrias.

Y ¿cuál ha sido el efecto de todo este proceso de movimientos económicos sobre Castilla, que comparte territorios empobrecidos como Castilla-La Mancha y Castilla y León, con comunidades prósperas económicamente como Madrid?.

Si nos atenemos a las Balanzas Fiscales de 2012, el conjunto de las cinco comunidades autónomas castellanas recibe del Estado 13..479 millones de euros menos de lo que aporta (sigue siendo el mayor contribuyente neto de toda España, por encima de los 7.439 millones de euros de Cataluña), e incrementando sus aportaciones en casi 3.000 millones de euros en un solo año. Además el saldo de Castilla respecto a los flujos económicos no fiscales con el Estado es también claramente negativo.

Así, el conjunto de Castilla, que en 1900 representaba el 27% de la población española pero hoy solo alberga al 24% de la misma, es productor neto de energía, de materias primas agrarias, ganaderas y mineras, es un territorio exportador de agua a otras cuencas hidrográficas (en los últimos 35 años, casi 20.000 hectómetros cúbicos) y cuenta con casi el 40% de la superficie forestal española, algo clave a la hora, por ejemplo de frenar emisiones de gases de efecto invernadero y mitigar los efectos del cambio climático.

Castilla hoy, como lleva ocurriendo desde la derrota de Villalar en 1521, es el soporte en que se han impulsado económicamente los diferentes gobernantes de España para desarrollar sus políticas y, como entonces, Castilla sigue siendo un “enano político”, troceada en varias comunidades autónomas, de bajo nivel competencial, escasamente conflictivas y con un peso político nulo a la hora de poder condicionar las decisiones del Estado a favor de sus propios intereses.

Y da la impresión de que, dada la carencia de imaginación de nuestros gobernantes, el único modo que se les ocurre de preservar la unidad de España es comprar las voluntades de las comunidades periféricas ricas, a costa del dinero de Castilla, que hoy ya procede de Madrid, una vez que las antaño vastas, ricas y pobladas mesetas del centro peninsular han sido saqueadas y empobrecidas hasta la extenuación.

 

(Fuente: http://burgosconecta.es/blogs/latenadadelcomun/2015/08/09/el-estado-y-los-desequilibrios-territoriales/ )

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