La organización Castilla Joven, las juventudes del Partido Castellano (PCAS), inicia una campaña denominada “Éxodo juvenil castellano” con el que se desarrollarán varias iniciativas durante los próximos meses para denunciar la sangría migratoria que padece nuestra tierra.
Según el portavoz de Castilla Joven en Castilla-La Mancha, Daniel Gómez, «13.000 jóvenes que estaban empadronados en Castilla-La Mancha en 1996, causaron baja en sus censos de la autonomía en 2006. No son datos arbitrarios: cualquier persona los puede consultar en el Instituto Nacional de Estadística (INE). 13.000 jóvenes que emigraron es la cifra contrastable, pero no están contabilizados todos los jóvenes que viven, trabajan y estudian lejos de Castilla-La Mancha, aunque sigan empadronados aquí como único vínculo que les queda a los pueblos y ciudades que les vieron nacer.
Por lo tanto, no son 13.000, sino que son muchos, muchísimos más los jóvenes que Castilla-La Mancha ha perdido en un espacio de tiempo tan corto como 10 años. Puede compararse la magnitud de esa cifra con cualquiera de las ciudades de nuestra comunidad: entre 1996 y 2006 emigró tal número de jóvenes como juventud tiene Toledo, Guadalajara, Cuenca o Ciudad Real. Es decir, en una simple década, Castilla-La Mancha perdió para siempre una de sus ciudades.»
Por suerte, la emigración juvenil en Castilla-La Mancha no está focalizada, y se puede seguir contando con todas nuestras ciudades, aunque cada vez haya menos gente y muchos pueblos estén desapareciendo en el medio rural.
Aunque los censos arrojen datos positivos en la comunidad (de las que más ha crecido en población en las últimas décadas en España), las cifras son engañosas: todo el crecimiento se concentra en las comarcas limítrofes con Madrid (Torrijos, La Sagra, Toledo y su alfoz, La Campiña, Guadalajara y su alfoz). Esta franja perimetral de Madrid aumentó en más de 40.000 jóvenes entre 1996 y 2006, mientras tanto, el resto de Castilla-La Mancha no sólo no ganaba juventud, sino que la perdía (más de 13.000 personas con datos contrastados).
En concreto, la parte de la provincia de Toledo que no sucumbió a las urbanizaciones incontroladas, perdió 1.155 jóvenes entre 1996 y 2006, lo que equivale a un 1,8% de la juventud toledana emigrada en tan sólo una década y eso pese a que la población de las comarcas más rurales de Toledo aumentó casi 15.000 habitantes en el mismo periodo.
Y lo peor de todo no son las cifras, es el desarraigo al que se obliga a padecer a los jóvenes castellano-manchegos debido a la falta de expectativas en su tierra. La emigración juvenil es un fantasma que acecha a la juventud de Castilla-La Mancha. Es como entrar en una clase cualquiera con 28 alumnos y decir con tono amenazante: “dentro de 10 años uno de vosotros no sólo habrá dejado de vivir en su comarca de Castilla-La Mancha sino que incluso habrá causado baja en el censo y toda relación con su lugar de origen”.
Pero el éxodo juvenil, sin igual en toda España y Europa Occidental, no debe circunscribirse a cuantiosas pérdidas en el campo de la juventud. Desde Castilla Joven denunciamos también la pérdida económica y social derivada de la emigración. Gran parte del dinero que Castilla-La Mancha gasta en educar y formar a los jóvenes, no revierte en la comunidad. Además, la concentración de población en torno a Madrid esconde el drama de la emigración juvenil en el vasto territorio de la autonomía y por si fuera poco, se sostiene por el empuje económico de una provincia como Madrid, parapetada en su carácter autonómico uniprovincial.
Por todo ello, Castilla Joven, las juventudes del Partido Castellano (PCAS) iniciamos la campaña “Éxodo Juvenil Castellano” junto con las agrupaciones de Castilla y León para denunciar que los censos demográficos vienen ocultando una verdad tangible de la que nuestros políticos son cómplices: la emigración de los jóvenes es una sangría que sigue tan vigente en el siglo XXI como en 1960-1970.
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