Monasterio Cisterciense de Óvila (Guadalajara). Siglo XII. Junto a Trillo (Guadalajara). Actualmente en San Francisco (California).
El inicio de este gran monasterio cisterciense, puesto en la orilla derecha del río Tajo, está concretamente en el territorio de Murel (actualmente término de Carrascosa de Tajo), varios kilómetros aguas arriba del lugar donde hoy vemos las ruinas de esta singular abadía. Allí, en 1181, ya existía un puente que cruzaba el Tajo, y que hasta siglos siguientes mantuvo su importancia estratégica, iniciada en la época de los romanos: el puente de Murel. Pero muy pronto cambié de emplazamiento esta fundación cisterciense. Y en 1186 se localiza ya en el lugar de Ovila, para el que el rey Alfonso concede también múltiples donaciones y acrecentamientos, a los monjes blancos que inicialmente habían acudido desde Valbuena.
Situado actualmente en Viña, un pueblo rodeado de vides situado al norte de California, cerca de San Francisco. Una comunidad de 28 monjes trata de recuperar allí, a 250 kilómetros de San Francisco, el espíritu y la forma del Císter, la regla monástica que expandió por Europa cenobios nuncios del arte gótico.
El Monsterio fue trasladado a California en 11 singladuras transoceánicas que otros tantos barcos realizaron en 1931 para llevar allí -dilapidado sillar a sillar- el monasterio erigido cerca de la localidad de Trillo, en la Alcarria de Guadalajara, por Alfonso VIII de Castilla, en 1181.
Con dos hectáreas de extensión, iglesia, sacristía, claustro, refectorio, celdas y cilla -bodega-, el monasterio fue comprado en 3.130 pesetas del año 1928 por el multimillonario y magnate de la prensa Randolph William Hearst. Éste encargó la compra a su agente Arthur Byne para, tras su envío, instalar Óvila en una de sus 12 lujosas mansiones, Whyntoon, California, devastada por un incendio. En su haber Hearst tenía otro monasterio, el segoviano de Sacramenia, hoy reconstruido en Miami. Sus 35.784 piedras habían permanecido 30 meses en el Bronx por prescripciones sanitarias aduaneras. Muchas piedras de la Sala capitular cisterciense, han permanecido más de 20 años tiradas sobre el Golden Gate Park de San Francisco. Allí habían ido a dar al desdeñarlas Hearst tras la Gran Depresión de 1929. Luego fueron al Museo Young, que las cedió a los trapenses de fray Thomas.