Las declaraciones y actuaciones del Presidente Barreda rayan el esperpento viniendo, como vienen, de un Doctor en Geografía e Historia. Que la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha ha olvidado toda la historia anterior al año 1.983, es algo que llevamos viendo, viviendo y soportando desde hace muchos años en esta parte Sur de Castilla. Para el Presidente Barreda, la actual Castilla-La Mancha surgió por generación espontánea de un grupo de políticos iluminados que en plena Transición (y a espaldas de los ciudadanos a los que no se dio voz ni voto en el proceso) decidieron hacer un poco de «corte y confección» con la geografía española y, ¡oh maravillas! surgió Castilla-La Mancha. Negar la vinculación y la herencia histórica de la actual Castilla-La Mancha (¡pero si hasta en el nombre aparece clarísimo CASTILLA!) con el Reino de Castilla y con la región histórica de Castilla la Nueva (en la que también estaba incluida Madrid, actualmente el motor económico de Castilla-La Mancha y artífice de todo el crecimiento que se está produciendo en La Sagra y el Henares) es un ejercicio de cinismo político, de incultura histórica y de cortedad de miras.
Proponer, como ha hecho el Sr. Barreda, que el nuevo estatuto de autonomía que negocian en secreto PSOE y PP de Castilla-La Mancha (y que nos darán a los ciudadanos, cual carta otorgada, ya masticado y digerido, sin permitirnos opinar sobre él, ni refrendarlo en consulta popular) defina a esta Comunidad Autónoma como «Comunidad Autónoma de la Nación española, que es la patria común e indivisible de todos los españoles», puede dejarnos durante años en el lugar donde llevamos los últimos siglos, en el furgón de cola de España. Una región, como Castilla-La Mancha, que no respeta la historia, ni la potencia, ni la cuida, ni fomenta su conocimiento, es una región condenada al ostracismo. La definición propuesta por el Presidente de Castilla-La Mancha, además de ser una «perogrullada» (comunidades autónomas de la nación española lo son todas las comunidades autónomas), vuelve a ignorar la historia castellana de esta tierra, y vuelve a colocar a la actual Castilla-La Mancha en las últimas posiciones de las regiones y nacionalidades españolas.
El Estatuto de la Comunidad Valenciana (por hablar de un estatuto apoyado tanto por PP como por PSOE), recientemente aprobado, define a esta autonomía, en el artículo 1 de la siguiente forma: «El pueblo valenciano, históricamente organizado como Reino de Valencia, se constituye en Comunidad Autónoma, dentro de la unidad de la Nación española, como expresión de su identidad diferenciada como nacionalidad histórica y en el ejercicio del derecho de autogobierno que la Constitución Española reconoce a toda nacionalidad, con la denominación de Comunitat Valenciana». ¡Que lejos queda esta definición del total olvido a que somete la Junta de Castilla-La Mancha a su propia historia!
La propuesta de reforma del Estatuto de Castilla-La Mancha formulada por TIERRA COMUNERA (TC) y presentada tanto a la prensa como a las Cortes de Castilla-La Mancha la pasada semana, (además de proponer un estatuto de máximos con más competencias, con una vertebración de la comunidad a través de la comarcalización, de la descentralización administrativa, de una paralización del Trasvase Tajo-Segura y una indemnización por los millones de litros de agua trasvasada, de unos medios de comunicación de titularidad pública, fuertes, objetivos e independientes, y mediante la ratificación del texto estatutario en referéndum, puesto que los ciudadanos de esta tierra tienen el mismo derecho que catalanes, andaluces o gallegos para expresar libremente su opinión sobre su máxima norma jurídica; definiendo como valores esenciales de nuestra Comunidad, la lengua castellana, el patrimonio cultural y el patrimonio natural, al tiempo que propone un amplio capítulo de derechos y libertades cívicas, concretando entre otros los derechos de los mayores, de los discapacitados, de las minorías, y de las familias, además de articular el
derecho a un desarrollo sostenible y a una renta básica ciudadana) define, en su Preámbulo a la Comunidad de Castilla-La Mancha como «un ámbito territorial, y un conjunto humano perteneciente, de forma continuada a una realidad nacional más amplia: Castilla, a la cual no podemos ni queremos renunciar, expresando ya desde el principio nuestra aspiración de construir espacios de convivencia progresivos con el resto de las Comunidades Autónomas Castellanas. Castilla-La Mancha, surge como Comunidad Autónoma tras la Constitución de 1.978, estableciéndose sobre la mayor parte de la antigua e histórica Castilla la Nueva con las plurales y enriquecedoras aportaciones de personas, radiciones y culturas, que han conformado de forma tolerante lo que hoy somos». Y además, utiliza el primer artículo para dejar claro que:
1. Los hombres y mujeres de las provincias que integran Castilla-La Mancha, para acceder a su autogobierno, se constituyen en Comunidad Autónoma como expresión de su identidad y de su voluntad política dentro del Estado español bajo la denominación de Comunidad de Castilla-La Mancha, conforme a la constitución y al presente Estatuto, que es su norma institucional básica.
2. La Comunidad de Castilla-La Mancha se autodefine como región castellana, en coherencia con su trayectoria común en el pasado histórico de Castilla y como expresión de la voluntad de sus ciudadanos de que se reconozcan los profundos lazos sociales, económicos, culturales e identitarios que la vertebran.»
En esta propuesta, se deja clara la pertenencia de la Comunidad Autónoma al Estado Español, sin estridencias ni dogmatismos y, a la vez, se deja meridianamente clara la vinculación de esta región a Castilla, haciendo honor al histórico pasado y a la vinculación presente con el resto de autonomías castellanas.
¡Qué equivocado está el Sr. Barreda si piensa que los castellanos vamos a permitir que se olviden los siglos de vinculación de la actual Castilla-La Mancha al Reino de Castilla! Mientras el resto de CC.AA. han mirado siempre a su historia para construir su futuro sobre unas sólidas y orgullosas bases, en Castilla-La Mancha nuestro Gobierno se ha dedicado a ignorar el pasado y a obviar el propio nombre de la Comunidad, haciendo de Castilla un molesto recuerdo histórico y fomentando una «descastellanización» de esta tierra, en busca de una historia que empiece en José Bono y termine en José María Barreda, para mayor gloria de ambos.