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Castilla nos une

Castilla nos une

1.2.- El nacimiento de Castilla. TC-PNC. (24/10/2001)

El 15 de Septiembre del año 800, el abad Vítulo, acompañado por su hermano, el presbítero Ervigio, daba por fundado el Monasterio de San Emeterio y San Celedonio de Taranco, en Mena, en el «territorio de Castilla» donde habían llegado los foramontanos desde las estribaciones orientales de los Picos de Europa para hacer presuras, es decir, para apropiarse de tierras abandonadas, de tierras de nadie, y «escalidarlas», o sea, limpiarlas, roturarlas y cultivarlas, trocando el erial en terreno productivo. La carta, redactada en latín por el notario Lope recoge los lugares que han localizado y repoblado, dotándolos de casas, iglesias, ganados, huertos, canales y molinos.

En esta primera vez que aparece el nombre «Castella» en un documento cristiano lo hace para designar la pequeña circunscripción extendida al sur de la actual provincia de Santander, entre los territorios de Mena y de Losa, comprendiendo los valles de Espinosa de los Monteros, en dirección a Villarcayo y Medina de Pomar. Aunque ya en el año 759 en un documento árabe aparece la denominación de «Al-Quilé», literalmente «los castillos» para nombrar el territorio norteño insumiso que los cristianos denominaban Bardulias.

El Reino Astur fue clave en la formación de Castilla, adoptando su primera formulación protoestatal con Alfonso I (739-757), en el territorio comprendido por la Asturias Oriental, Cantabria; el Norte de Burgos y la zona más Occidental del País Vasco. Poblacionalmente es un abigarrado conjunto de pueblos autóctonos poco o nada romanizados (astures, cántabros, vascones,…), hispanorromanos huídos de la ocupación musulmana y visigodos; esta mezcla de pueblos irá siendo característica de la formación nacional de Castilla a medida que vaya asimilando durante la denominada Reconquista a árabes, beréberes, judíos, mozárabes, francos,… En consecuencia, no parecen apreciarse diferencias étnicas entre el pueblo castellano y sus vecinos; no existe por tanto la «raza castellana».

Esta primera fase repobladora se caracteriza por el desarrollo de formas más o menos democráticas en el gobierno y más o menos colectivas en la propiedad de la tierra y de los bienes, así como en su gestión y explotación; estos hechos son claramente diferenciadores del auge feudal existente en Europa en estos siglos. No parecen existir en cambio, excesivas diferencias entre la parte occidental del Reino Astur («zona leonesa») y la zona oriental del mismo («zona castellana»), ni en las formas repobladoras ni en los métodos de gobierno, aunque quizás prime más el componente prerromano en la zona oriental y el visigodo en la zona occidental. En el periodo comprendido entre mediados del siglo VIII y mediados del X se incorporan a la monarquía leonesa, Galicia, La Rioja y la práctica totalidad de la cuenca del Duero, comenzando la justificación histórica de la Reconquista como restauración del Reino de Toledo.

Hacia el año 913, Fernán González reuniendo en su persona varios condados menores, constituye el gran Condado de Castilla, con una extensión territorial difícil de igualar. Fernán González fue removido en varias ocasiones de su condado por Ramiro II y a la muerte de este rey, acaecida en el 951, quedará como conde inamovible y transmitirá el Condado por herencia a sus descendientes. Supo aprovechar su posición en la corte y contrajo matrimonio con Sancha, hermana del rey navarro García y de la reina leonesa. Con ello se beneficiaba hábilmente de la confusa situación del reino de León, lo que permitió reunir en su mano el gobierno de todas las mandaciones del territorio castellano, que excedía en mucho el reducido condado de ese nombre, integrado además las de Burgos, Lantarón, Amaya, Alava, Lara y Cerezo.

En el 1037, con la victoria de Fernando I de Castilla frente a Bermudo III en la batalla de Támara se produce la incorporación de León a Castilla. Desde esa fecha hasta el siglo XIII (1230), coexisten periodos de unidad y separación entre Castilla, León, Navarra, Galicia y Portugal. Se conforma la repoblación de la Meseta Sur, y progresivamente van penetrando los hábitos feudales en la vida política y social de la época. Va surgiendo una nobleza poderosa que pugna con el poder real, con las pequeñas ciudades emergentes y con la población rural.

Con la unificación definitiva de los reinos de Castilla y de León, bajo el reinado de Fernando III, se constituye el primer Estado castellano propiamente dicho, con la configuración territorial que hoy conocemos por Castilla, estableciéndose de forma irreversible la bandera cuartelada como símbolo indiscutible de ese Estado.

Los siglos XIII, XIV y XV consolidan la conquista de Andalucía, Murcia y Canarias, siendo escenario de los enfrentamientos de la nobleza contra la monarquía y las ciudades, al tiempo que se producen diversos movimientos campesinos de carácter antiseñorial. Las ciudades castellanas adquieren una dimensión muy importante, tanto desde el punto de vista demográfico como desde el social y económico, desarrollándose una intensa actividad artesana, protoindustrial y mercantil.

Los jueces de Castilla

Antes de lograr Castilla su independencia y cuando aún no tenía condes, debían los castellanos ventilar todos sus pleitos en la corte real de León, pero como el viaje era largo y difícil el camino, unido esto al hecho de que en dicha corte no se hiciese justicia a los litigantes, imponiéndoles, además, vejámenes sin cuento por el solo pretexto de ser castellanos, resolvieron los castellanos, de común acuerdo, designar a dos de ellos, Nuño Rasura y Laín Calvo, para que ejerciendo el oficio de árbitros componedores, y prescindiendo de las leyes vigentes en el Fuero Juzgo y de los jueces reales, aviniesen entre sí a los litigantes, y de esta forma no hubiera necesidad de acudir a la corte real de León. A partir de entonces se les conocerá como los Jueces de Castilla y al pueblo en el que administraban justicia como Bisjueces, la tradición hace al Nuño Rasura abuelo de Fernán González y a Laín Calvo quinto abuelo de El Cid.

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