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Castilla nos une

Castilla nos une

4.4.- El medio rural. TC-PNC. (24/10/2001)

“La estampa de Castilla desertizada, con sus aldeas en ruinas y los últimos habitantes como testigos de una cultura que irremisiblemente morirá con ellos, puesto que ya no quedan manos para tomar el relevo, es la que he intentado recoger en mi última novela, «El diputado voto del señor Cayo», como un lamento, consciente de que se trata de una situación difícilmente reversible.
Un suelo pobre, como el nuestro, dependiente de un cielo veleidoso y poco complaciente, unido a una política arbitraria que permite subir el precio de la azada pero no el de la patata, y al recelo proverbial del hacendado castellano, cicatero y corto de iniciativas, que prefiere por más seguro y rentable, invertir en la industria los menguados beneficios del campo, han dejado a Castilla sin hombres ni dinero, en tanto la energía que produce, sin aplicación posible en la región, alimenta a la industria ajena, para ya, metidos de lleno en un delirante círculo vicioso de contradicciones, y aprovechando la desertización de algunas de nuestras provincias y su nula capacidad de protesta, se ha dispuesto la instalación de centrales nucleares con objeto de continuar sosteniendo el desarrollo del vecino con el riesgo propio. Aquel viejo dicho de «Castilla hace sus hombres y los gasta», en el que se pretendió simbolizar la abnegación y el desinterés castellanos, apenas sí conserva hoy algún sentido, puesto que la Castilla desangrada de esta hora está resignada a hacer sus hombres para que los gasten los demás.”
Miguel Delibes. 1979

La emigración, que en el siglo XX contabilizó la salida de tres millones y medio de castellanos de su tierra para ir a buscar un medio de supervivencia a otras latitudes, en su mayor parte jóvenes, el consecuente envejecimiento y despoblación de las áreas rurales son factores que han producido el desmantelamiento de las estructuras productivas agrarias y ganaderas así como el deterioro de las prestaciones sociales.

Pero la crisis del Medio Rural castellano no es un proceso inevitable o irreversible. Las Administraciones públicas, unidas a la voluntad popular de los sectores sociales más dinámicos deben diseñar iniciativas que apuesten por un Medio Rural vivo y autocentrado, aprovechando los ingentes recursos propios del campo castellano. Es necesaria la aplicación de nuevas políticas en el Medio Rural que, desde una óptica complementaria, incorporen sectores como el turismo rural, la explotación forestal compatible con el medio y la transformación agropecuaria.

También es necesaria una nueva organización territorial de Castilla que unifique, en la medida de lo posible, los mapas agropecuarios, industriales, educativos y sanitarios en una sola administración que supere la actual ineficacia de las Diputaciones Provinciales. La comarcalización, como instrumento de dinamización territorio rural castellano se constituye en una herramienta poderosísima para articular alternativas económicas, para prestar unos servicios sociales y culturales de calidad, para ordenar ambientalmente el territorio y las infraestructuras y, sobre todo, para generar la ilusión necesaria entre los castellanos del Medio Rural por cambiar el sentido de la tendencia regresiva que padecen nuestros pueblos.

Desde un punto de vista antropológico, en lo que se refiere a los castellanos, todos los estudios de autores españoles y extranjeros señalan que lo importante en su concepción tradicional del territorio es la conciencia del pueblo y, más allá, la de comarca como ámbito cultural y comercial en el que relacionarse con los otros. Un ejemplo de ello lo encontramos en los trabajos de Michael Kenny «A Spanish Tapestry: Town and Country in Castile (New York: Harper & Row, 1966), Joseph Aceves «Social change in a spanish village» (Cambridge and London: Schenkman, 1971), Susan Tax Freeman «Neighbours. The Social Contract in a Castilian Village» (Chicago: University Press, 1970) y Stanley Brandes, «Migration, Kinship and Community: Tradition and transition in a Spanish Village (New York: Academia press, 1975).

La división territorial en provincias que hoy todavía persiste por debajo de las líneas de las Comunidades Autónomas es una organización que proviene, en su trazado general, del siglo XIX, en concreto de la división que en 1833 hizo Javier de Burgos, así que su «tradicionalidad» resultaría – en todo caso – bastante moderna. Ser de cualquiera de las comarcas comprendidas en nuestra región significa que uno comparte con los habitantes de otros pueblos de su zona rasgos culturales e intereses en común; un ámbito en el que comerciar y relacionarse. La comarca ha constituido – y sigue constituyendo – el horizonte más lejano de estas gentes que, a partir de ahí, utilizan ya niveles de identidad más vagos.

La realidad es que, aunque se hayan desdibujado las líneas de división administrativa de aquellos espacios que fueron históricamente comarcas, con su nombre y caracteres específicos, las gentes que hoy los pueblan aún conservan el sentido de pertenencia a una organización comarcal y a una cultura enmarcada en ella.

La comarca

Etimológicamente “comarca” significa circunscripción territorial y ha sido utilizada para designar la unidad espacial inmediatamente inferior a la región con referentes geográficos, humanos y económicos.

El artículo 152.3 de la Constitución de 1978 establece que los Estatutos de Autonomía pueden establecer mediante la agrupación de municipios limítrofes circunscripciones territoriales propias, que gozaran de personalidad jurídica plena. Así, todos los Estatutos de Autonomía de las Comunidades castellanas recogen la figura de la comarca.

Desarrollando este principio diversa legislación estatal y jurisprudencia del Tribunal Constitucional desarrollan las características de las comarcas. La Ley de Bases de Régimen Local 7/85 de 2 de Abril, reconoce la comarca como Ente Local que agrupa varios municipios y establece unas reglas de obligada observancia para la legislación autonómica y señala que la creación de una comarca no supone que los Ayuntamientos pierdan competencias a la hora de prestar servicios mínimos. Un dato curioso es que dentro de estas reglas incluye una que permitiría la creación de comarcas que abarcaran territorios englobados en distintas provincias, contando siempre con el informe favorable de las respectivas Diputaciones.

Hoy en día solo existe, reconocida legalmente, una comarca en el amplio territorio castellano, la Comarca del Bierzo.

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