Y mandò que el Entregador, ò los Entregadores que abran las cañadas y las veredas, y prendan por las caloñas sobre dichas; y à quien fallaren que las labraren, ò las cerraren, labrando en ellas: y la medida de quanto han de haver, es á saber seis sogas de marco de cada cuarenta y cinco palmos la soga. Esto se entienda de la Cañada por donde fuere la quadrilla por los lugares de las viñas y de los panes: y mando, que assi lo midan los Entregadores, y assi lo fagan guardar
Carta Real dada por Alfonso X en 1273
Las vías Pecuarias son los caminos fijos que usan, desde tiempos inmemoriales, los ganaderos trashumantes castellanos para trasladar sus rebaños a las zonas de pasto debido a que la climatología que presenta nuestra tierras es bastante adversa: los inviernos son fríos y en las montañas las nieves y las fuertes heladas impiden el desarrollo de los pastos; en contraposición, el verano es seco y prácticamente en él no se conocen las lluvias por lo que los pastos se agostan, salvo en los sectores montañosos.
Para solventar este grave condicionante los ganaderos trashumantes trasladan sus rebaños del Norte al Sur peninsular, y viceversa, en función de la situación climatológica. En verano se dirigen desde los llanos a las montañas, van a los agostaderos, donde los pastos están verdes y la cabaña ganadera encuentra sustento (Cordillera Central y Cantábrica, Sistema Ibérico…). En invierno el ganado no puede resistir las bajas temperaturas reinantes en las montañas; por otra parte las nieves y heladas disminuyen la superficie de pastos. Ante esta eventualidad el ganadero conduce sus rebaños a los invernaderos de Andalucía, Extremadura, y valles del sur de Castilla: Tajo, Guadiana, Alcudia, etc., donde la bonanza climatológica y la presencia de pastos permite vivir al ganado.
Para poder realizar estos desplazamientos el ganado cuenta con unos caminos, las Vías Pecuarias, que se estructuran en un intrincado sistema que conserva en la actualidad unos 125.000 kilómetros de longitud. Una red de caminos tradicionales que se distribuye por unas 40 provincias y es 15 veces más extensa que la red ferroviaria. Un patrimonio territorial de gran importancia, ya que se trata de suelo de dominio público, con todas las aplicaciones legales positivas que conlleva este concepto (inembargable, imprescriptible e inalienable). Así, por ejemplo, la provincia de Madrid posee 4.040 kilómetros de vías pecuarias.
Al importante número de kilómetros de Vías Pecuarias existentes en el Estado, se le une el no menos importante número de nombres de cada uno de estos caminos, así como la descripción de sus recorridos. De entre todas las vías existentes, ocho son consideradas principales por su tamaño, 75 metros de ancho, las llamadas cañadas ilustradas, recorridas por los Alcaldes Entregadores de la Mesta, detalladas por los apeos del siglo XVIII y por las descripciones de los Visitadores Extraordinarios del XIX:
– La Cañada Real de la Plata, Mozárabe o de la Vizana que con 500 km. De longitud parte del norte de la provincia de León y llega hasta Trujillo (Caceres).
– La Cañada Real Leonesa Occidental con una longitud de 700 km. Nace en las montañas de León y llega hasta Segura de León (Badajoz).
– La Cañada Real Leonesa Oriental o del Límite de Campos, nace en al noroeste de Riaño (León) y después de 700 km. Acaba en Llerena (Badajoz).
– La Cañada Real Segoviana que comienza en el Sierra de Neila (Burgos-Soria) para después de 500 km. finalizar en Granja de Torrehermosa (Badajoz).
– La Cañada Soriana Occidental nace en las Sierras de Cabrejas (Soria) y llega hasta el norte de Bejar, 700 km..
– La Cañada Real Soriana Oriental que con 800 km. Es la más larga, nace en la Tierra de Cameros (La Rioja) y llega hasta Sevilla.
– La Cañada Real Riojana o Galiana que nace en la Sierra de la Cebollera para llegar hasta el Valle de Alcudia.
– La Cañada Real Conquense o de los Chorros que parte de la Sierra de Tragacete (Cuenca) y llega hasta el sur de Bailén (Jaén).
Por otra parte, el concepto «Vía Pecuaria», al igual que todos los sistemas de caminos, véase las carreteras, encierra una estructura organizativa en función del ancho del camino. Ancho que obedece a la mayor o menor importancia de la Vía Pecuaria. Así las Cañadas Reales eran los caminos que canalizaban los mayores contingentes de ganado, mientras que las Vías Pecuarias menores, denominadas cordeles, veredas y coladas, servían de ejes distribuidores de los hatos ganaderos hacia los pastizales. Los anchos de estas vías eran los siguientes:
Medidas de las vías en la Corona de Castilla
Cañadas 90 varas castellanas (75,22 m.)
Cordeles 45 varas (37,61 m)
Veredas 25 varas (20,89 m)
Colada Anchura variable
Descansadero Anchura variable
La Vara castellana tiene 835 milímetros y 9 décimas. Sobre la anchura de las Vías Pecuarias hay que puntualizar, que mientras que la Ley 22/1974 establece los anchos legales a que hemos hecho referencia, en los momentos de apogeo de la ganadería trashumante las Vías Pecuarias llegaron a tener una mayor anchura. Ejemplos tenemos en Castilla en el Valle de Alcudia (Ciudad Real), donde en el s. XVIII la Vereda Mayor poseía un ancho que oscilaba entre las 400 y las 1000 varas castellanas.
Además de la Vía Pecuaria propiamente dicha, existe un conjunto de elementos adicionales que completaban y asistían a la red de Vías Pecuarias, que hoy día en muchos casos están desaparecidos, como son los descansaderos, ensanche de una vía donde los rebaños descansaban, cambiaban de rumbo o esperaban unirse a otras expediciones pecuarias; las fuentes de abrevaderos, donde saciaban su sed; contaderos en los que la vía se estrechaba y permitía contar las cabezas de ganado; portazgos reales: que se situaban a lo largo de las Cañadas y permitían a los procuradores de la Mesta contar el número de ovejas y cobrarles un porcentaje que iba a engrosar las arcas de este organismo; majadas, lugar de acogida del pastor y su rebaño y que generalmente constan de chozo, redil y aprisco; casas de esquileo, lavaderos de lana, ermitas mesteñas, chozos de pastores, etc.
A parte del valor ganadero y de las construcciones propias de las Vías Pecuarias, estos caminos, recorridos por pastores castellanos desde hace más de mil años han servido para desarrollar y reforzar la identidad castellana de los pueblos y comarcas de los que eran originarios y todos aquellos por los que pasaban. Han producido además, estas venas del territorio castellano, un arte específico pastoril en campos tan diversos como el folklore o la producción de útiles como las cayadas, cajitas de rapé, castañuelas, especieros, cubiertos de mesa, morteros, ruecas, tabaqueros, anillos, bolsos, zurrones,… construidos, principalmente, en asta, hueso o cuero. De esta forma, por una parte, podemos considerar las cañadas como unos bienes dados por la naturaleza a lo largo del tiempo, y de otra, como unos valiosísimos medios de transmisión e intercambio de la cultura castellana por todos sus miles de kilómetros.
El Honrado Concejo de la Mesta
Es una organización que agrupó durante la Baja Edad Media y la Edad Moderna a los ganaderos de Castilla, principalmente a los de ovino. Aunque tradicionalmente se ha señalado el año 1273 como la fecha de su constitución, recientes estudios indican que pudiera haber sido un año antes ya que con anterioridad los pleitos surgidos entre los propios ganaderos por las zonas de pasto se resolvían a través de las mestas o reuniones locales de ganaderos. El reconocimiento jurídico de esta institución podría datarse el 2 de septiembre del año 1273, cuando Alfonso X el sabio ratifica un privilegio concerniente a pastores y ganaderos, que especifica la obligación de guardar y acatar las ordenanzas concejiles.
Las principales funciones de la Mesta eran la organización de las rutas de la trashumancia, la vigilancia de las cañadas y la constante presión sobre la Corona a fin de obtener nuevas concesiones y respaldar los pleitos de los ganaderos contra los agricultores. Según los primeros privilegios del Concejo de la Mesta, en el 6 y el 8 se manda «tener abiertas, corrientes y sin empedimento las Cañadas», que siendo su destino para el paso de los ganados a sus invernaderos y agostaderos, prueba que las frecuentaban las eficaces providencias con que se mantenían; el privilegio 9 ordena que no se les cobre portazgo de lo que conducían para sus hatos, y el privilegio 11 dice que no se cobre servícío y montazgo de los potros y yeguas que entran con sus ganados en los extremos. Vemos cómo, desde sus comienzos, el Concejo de la Mesta va a quedar sustentado no sólo por una serie de privilegios de tipo fiscal, sino por la disponibilidad de unos caminos propios, las cañadas, que, a medida que las «extremaduras» se van trasladando hacia el sur, acentuándose el desnivel climático utilizable, hará posible que los viajes del ganado vayan alcanzando más distancia, para llegar a completar unos 100.000 kilómetros de vías pecuarias en el siglo XIX.