El primer tercio del siglo XX coincide con tímido despertar de ciertos sentimientos regionalistas en Castilla, fundamentalmente en la meseta norte, donde, acompañados de cierto afán mimético respecto al proceso autonomista catalán, de un hondo sentimiento regeneracionista y ético y del deseo de superación de la miseria económica, llegaron a articularse varias formaciones regionalistas. Estas agrupaciones lograron un cierto desarrollo durante la II República, en la cual se llegó a elaborar un proyecto de Estatuto de Autonomía para las once provincias de la Castilla Norte,el cual incluía una invitación a las seis provincias del sur de Castilla a hacer lo propio. Todo este proceso se vería dramáticamente truncado por el golpe militar de 1936.
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