Un gran patrimonio cultural que a lo largo del siglo XIX experimentó sus primeras y graves agresiones, fruto de la invasión napoleónica primero, y del abandono en que quedaron muchos monumentos tras las desamortizaciones. En el primer tercio del siglo XX, coleccionistas de todo el mundo rastreaban nuestros pueblos, llevándose desde pequeñas tallas y pinturas, hasta claustros, iglesias, monasterios o castillos enteros, desmontados piedra a piedra, como hicieron los ricos potentados americanos deseosos de lucir sus señoriales mansiones californianas con vestigios culturales de la Vieja Europa.
Tras nuevas pérdidas culturales y artísticas sufridas por Castilla durante la Guerra Civil, la dictadura de Franco, al calor del éxodo rural, del abandono de los pueblos, de la ignorancia y el miedo de la mayor parte de la población, y del indiscutible poder combinado de gobiernos civiles y obispados, sufrió una nueva, extensa y generalizada rapiña por parte de anticuarios y expoliadores, perfectamente compinchados con las autoridades locales.
Estos episodios de expolio artístico y cultural no son una rareza castellana, pues un breve paseo por los principales museos norteamericanos, británicos, franceses o alemanes, nos evidencia que las potenciales coloniales aprovecharon sus periodos de esplendor para saquear, las pirámides egipcias, las polis griegas, los yacimientos de Mesopotamia o los templos orientales. Sin embargo, desde que la actriz y ministra de Cultura griega Melina Mercouri reclamara la restitución de los Mármoles del Partenón, se han generalizado las reivindicaciones para que las obras de arte expoliadas vuelvan a ser expuestas en sus lugares de origen, como un proceso natural de contextualización de su exhibición, como una manera de fortalecer la autoidentificación de los pueblos con su patrimonio cultural y como un factor de desarrollo socioeconómico, fenómenos impulsados por la UNESCO.
Así, obeliscos abisinios han sido devueltos por el gobierno italiano a Etiopía, Francia ha reintegrado pinturas murales a Egipto, y los gobiernos alemán y británico han restituido más de 200 obras de arte a Grecia. Incluso el mismo gobierno español ha obtenido casi 600.000 monedas de oro, extraídas por la empresa Odyssey, de los restos del naufragio del Nuestra Señora de las Mercedes. Dentro de nuestro país, recientemente, las Diócesis de Barbastro-Monzón y Lérida, llegaron a un acuerdo que implicará la devolución a Aragón de 113 piezas histórico artísticas de arte religioso, actualmente depositadas en Cataluña, y el Monasterio de la Valldigna que había sido llevado piedra a piedra a la localidad de Torrelodones, ha sido restituido a su localidad de origen en la Comunidad Valenciana.
En Castilla, no somos muchos, pero si muy insistentes y perseverantes, quienes insistimos en la restitución del ingente patrimonio castellano expoliado, que en la actualidad se encuentra expoliado fuera de su territorio, y que podría cifrarse en más de 2.000 elementos artísticos de singular valor cultural. La reivindicación castellanista del Patrimonio Cultural y Artístico expoliado a los pueblos de Castilla a lo largo del siglo XX, constituye un ejercicio básico para la Recuperación de la Memoria y de la Identidad de las pequeñas colectividades rurales castellanas, amenazadas por la despoblación y el envejecimiento, y un elemento esencial para la profundización de su identidad colectiva y de su autoidentificación como comunidades viables y con futuro.
Sin embargo, las autoridades políticas y culturales muestran un profundo desdén, cuando no un abierto desprecio por estas reivindicaciones, evitando mover un solo dedo para dinamizar o cooperar con la recuperación del Patrimonio Cultural Castellano que fue enajenado o directamente expoliado a lo largo del siglo XX. Así, el desinterés del PP y PSOE de las comunidades autónomas castellanas por la devolución del Patrimonio Castellano Expoliado, contrasta con el celo demostrado por sus organizaciones hermanas de Aragón, que incluso incluyeron la recuperación del patrimonio cultural expoliado entre las prioridades de su nuevo Estatuto de Autonomía, algo que por ejemplo rechazaron PP y PSOE en Castilla y León a pesar de las enmiendas presentadas en este sentido en su día por Tierra Comunera (TC), a través del diputado José Antonio Labordeta. Quizás quienes hoy detentan el poder en nuestra tierra tienen miedo de que estas reivindicaciones aireen y hagan públicas las oscuras circunstancias en las que la mayor parte de estas obras de arte fueron sacadas de Castilla, y las evidentes connivencias existentes entre autoridades políticas y religiosas y el gremio de los expoliadores.
Los castellanistas reclamamos la recuperación de todos los bienes patrimoniales castellanos que han sido enajenados, robados, expoliados o malvendidos, así como la protección y puesta en valor del conjunto patrimonial que aún albergan los territorios castellanos. El caso del Museo Marès de Barcelona constituye un caso único, puesto que en un solo centro se exponen más de 200 piezas de arte castellanas y cerca de otras 600 pueden encontrarse almacenadas en sus fondos y depósitos. En mi opinión, existen serias dudas de que Cataluña pueda justificar la propiedad actual de las piezas en estos museos, se trata de piezas, descontextualizadas y que no están en ningún catálogo nacional, sino en museos locales, cuya recuperación es imprescindible para proyectar y recuperar la identidad y la dignidad de las pequeñas localidades que fueron expoliadas en los años cincuenta, sesenta y setenta.
Son miles las obras de arte salidas ilegítimamente de Castilla, pero me voy a permitir recordar unas serie de bellísimas piezas burgalesas, que algunos añoramos continuamente, como son las pinturas murales románicas del Monasterio de San Pedro del Arlanza, repartidas entre el Museo Nacional de Arte de Cataluña y varias colecciones norteamericanas, la “Adoración de los Reyes Magos” de Cerezo de Río Tirón, hoy en Los Cloisters de Nueva York, o singulares piezas que se exponen en el Museo Marès de Barcelona, como las pinturas murales románicas de la Iglesia de San Miguel de Tubilla del Agua, capiteles, ventanas y frisos románicos de San Miguel de Tubilla del Agua, la talla románica de la Virgen con el Niño, procedente de Puentedura, la crucifixión del calvario del Siglo XIII de San Pedro de Tejada, el descendimiento del Siglo XIII de Porquera, o la talla gótica del Siglo XIII de la Virgen con el niño de Santa María de Villadiego.
(Artículo de opinión de Luis Marcos, Secretario de organización del PCAS, publicado en burgosconecta.es. http://burgosconecta.es/blogs/latenadadelcomun/)