AÚN NOS QUEDA EL ENCINAR
Luis Marcos. Secretario General de TC-PNC
23 de abril de 1999
El Día de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, el 23 de Abril, el presidente regional Juan José Lucas, dirigía de forma vigilante los actos que suponían la celebración oficial, en el Monasterio del Prado de Valladolid. Unos cientos de selectos invitados, perfectamente trajeados, escuchaban con gesto presuntamente interesado, las disertaciones del mandamás de la meseta del Duero. Los enmoquetados salones, los discursos plagados de tópicos y falsedades, las miradas cínicas y cómplices de quienes se saben intérpretes, de un papel en el que en absoluto creen, las retóricas huecas y triunfalistas, los estómagos satisfechos y agradecidos, recordaban a los decadentes gobernantes del Imperio Bizantino, que discutían sobre el sexo de los ángeles, mientras los ejércitos turcos ponían sitio a Constantinopla.
Y mientras unos medios de comunicación vendidos al poder, domesticados por las subvenciones y la publicidad oficial, carentes del menor sentido de la dignidad profesional y autocrítica, retransmitían «urbi et orbi» el magno acontecimiento, de la nada edulcorada y nauseabunda, a pocos kilómetros de allí, un reguero de turismos y autobuses se dirigían a Villalar de los Comuneros. Da igual discutir acerca de sí fueron treinta o cuarenta mil los asistentes; al final prevalecerán los interesados cálculos de los paniaguados del poder. En cualquier caso, el pueblo sencillo y llano, la gente corriente de las tierras de Castilla, ha optado claramente por las polvorientas campas de Villalar, como el lugar para reflexionar sobre su identidad o su falta de ella, cada 23 de Abril.
Quizás este año llamaba más la atención que nunca, una juventud omnipresente, recién salida del Instituto, que exhibía de forma orgullosa un idealismo pulido y encerado, en el cual aún no han hecho mella los sinsabores de la realidad y el posibilismo, al tiempo que preguntaban en voz baja donde eran los actos políticos, cual era el nombre del grupo de folk que tocaba, o quien era aquel canoso procurador al que asediaban los micrófonos de la prensa. Como todo año electoral, las viejas glorias del PSOE e IU, reagruparon para el asalto final a sus cincuentonas huestes, pero la verdad es que son los nacionalistas castellanos, en todos sus pelajes, los que se han hecho con el control político de Villalar.
En cualquier caso, la jornada ha ganado en componente festivo, sin que ello haya supuesto disminuir un ápice su contenido reivindicativo. Una multitud abigarrada, tolerante, multicolor y plural, observa respetuosa mil tenderetes, desde los viejos nostálgicos de Lenin y la autogestión, hasta los ceramistas y vendedores de buen jamón. Todo vale en Villalar, un polvoriento lugar de la meseta castellana donde todos caben el 23 de Abril, salvo aquellos que temen mancharse unos zapatos nuevos que se han comprado con dinero del pueblo.
Aún dormidos salían a mediodía, de su tienda de campaña, tres adolescentes, cuyo origen delataba un destartalado Opel Corsa, matrícula de Toledo. ¿Cómo tan lejos de casa?. Entre tacos y risotadas, explicaron «Ese Padilla a quien recordais aquí, vino en 1521 a morir con sus hombres desde Toledo; nadie nos negará el derecho a ser castellanos, ni siquiera los recursos del PP sobre nuestro vino». Castilla ya no es la nación renacentista que todos envidiaban, pero como agudamente señaló el poeta, y todos podemos constatar cada 23 de Abril en Villalar: «si los pinares ardieron, aún nos queda el encinar».
Luis Marcos