Somos cada vez más los ciudadanos que asistimos atónitos al voraz proceso urbanizador que afecta en los últimos años a nuestro país, especialmente por las graves amenazas que conlleva para numerosos de nuestros espacios naturales; en las últimas semanas estas circunstancias han creado indudable alarma social al conocer la ciudadanía, a través de los medios de comunicación, una caudalosa cascada de casos de presunta corrupción urbanística, que implicando a políticos con responsabilidades en numerosos municipios y a promotores, además genera un enorme riesgo para entornos de gran valor ambiental.
Estos escándalos comenzaron a ser especialmente llamativos a raíz de la tala de unos dos mil pinos en el término de Las Navas del Marqués, cautelarmente paralizada por el juzgado, con el objetivo de promover unas urbanizaciones y un campo de golf, bajo el eficiente apoyo de la propia Junta de Castilla y León, en un refugio de avifauna de especial valor. Desde entonces nombres como Las Navas del Marqués, Villanueva de Gómez, Arroyo de la Encomienda, Argamasilla de Alba, Arlanzón y otros, han trufado la actualidad mediática, evidenciando que los hábitats de nuestra tierra, a pesar de la legislación estatal, autonómica y europea que debiera protegerlos, poco pueden hacer frente a la voracidad con que
el asfalto, el hormigón y el ladrillo pretenden asolar algunos de nuestros entornos paisajísticos y ambientales más queridos.
Burgos sabe mucho de estos desaguisados, incluso somos pioneros en algunos de estos arboricidios salvajes, y desgraciadamente no es necesario alejarse mucho de nuestra capital para tener constancia de ello. En el cercano barrio de Villafría, hemos asistido en nuestro pasado más reciente a la desaparición de casi cinco mil ejemplares de quejigos, encinas y robles, muchos de ellos centenarios, que aniquilaron las dos terceras partes de lo poco que nos quedaba del bosque autóctono de Villafría, el espacio natural probablemente más valioso de nuestra capital. Así en Noviembre de 2002, siendo alcalde de Burgos Ángel
Olivares, a pesar de la proposición que en el Pleno del Ayuntamiento presentaron los concejales comuneros, casi diez hectáreas de este bosque fueron taladas sin compasión y… sin consecuencias; más recientemente, rigiendo los destinos de la ciudad Juan Carlos Aparicio, en Agosto de 2005, también con el apercibimiento previo de TIERRA COMUNERA (TC), desaparecieron víctimas de la motosierra otras 11 hectáreas de este espacio singular que nos mostraba la mejor representación del ecosistema original de nuestro entorno.
No es incompatible el desarrollo humano, social y económico con la preservación de nuestro medio ambiente; no es imposible simultanear la conservación de nuestros bosques, de nuestros ecosistemas, de nuestras especies animales y vegetales más amenazadas, de nuestra identidad ambiental en suma, con un progreso sostenible, que nos permita dotar de mejor calidad de vida a las generaciones que nos sucederán. Y obviamente el medio ambiente es indiscutiblemente calidad de vida.
Luis Marcos, secretario general de TIERRA COMUNERA (TC).