CASTILLA, CADA VEZ PEOR
Carlos Rad. Procurador en las Cortes de C-L
En las últimas semanas se han ido conociendo diversos datos y parámetros estadísticos, referidos al año 1997, que ilustran la situación económica de la comunidad autónoma de Castilla y León. Las informaciones que vamos conociendo son claramente alarmantes, ya que muestran que nuestra comunidad se sitúa en una posición cada vez más retrasada dentro del conjunto del Estado. Así, según los datos del Registro Mercantil Central, durante 1997 en Castilla y León, disminuyó el número de empresas en un -2,5%, mientras que en el conjunto de España creció en un +0,2%. Sólo el 4% de las sociedades mercantiles constituidas en nuestro país durante 1997 se ubicaron en nuestra comunidad.
Otros indicadores socioeconómicos nos muestran con crudeza, una pésima situación relativa de Castilla y León dentro del conjunto del Estado. Nuestro PIB fue el que menos creció del conjunto español (un +2,5% frente a una media del +3,4%), y mientras la licitación de obra pública crecía en España en un +4,4%, en nuestra comunidad se veía reducida en un -5%. La inversión extranjera, desde su especial olfato financiero, también desconfía de las posibilidades económicas de Castilla y León. Así, en 1994 nuestra comunidad recibió el 3,2% de las inversiones extranjeras en España; sin embargo, en 1996 sólo conseguimos atraer el 0,6% del capital exterior que llegó a nuestro país.
Desde el punto de vista del empleo, la situación de Castilla y León es especialmente dramática, máxime cuando se trata del territorio europeo más afectado por la despoblación y el envejecimiento, cuya población disminuye a una tasa de 12.000 habitantes al año. En 1997, mientras el paro se reducía en 200.000 personas en el conjunto español, en Castilla y León aumentaba en 1.000 personas. A ello hay que añadir que en 1997, de cada 100 parados españoles, 50 recibieron algún tipo de prestación por desempleo; sin embargo, en nuestra comunidad, sólo 39 parados de cada 100 cobraron algún tipo de subsidio.
En una coyuntura económica de crecimiento y decididamente expansiva, tanto en el contexto europeo como español, los exigüos resultados de Castilla y León, evidencian que algo no va bien. Tras las declaraciones triunfalistas de los políticos regionales del PP, se esconde una realidad de ineficacia y fracaso. Nuestra economía es cada vez menos competitiva, y el proceso de convergencia europea, junto con la implantación del euro, agudizarán nuestras deficiencias estructurales, acentuando los efectos sociales y territoriales negativos de la secular crisis que azota al país castellano.
Si en los años de bonanza económica, Castilla se hunde, ¿qué ocurrirá cuando lleguen los tiempos difíciles?. Mucho nos tememos que la posición política, cultural y económica que los castellanos ocupamos dentro del conjunto español, es cada vez más irrelevante. Cada día se hace más evidente, dentro del conjunto español, que sólo aquellas comunidades en que arraigan movimientos nacionalistas, defensores de los intereses propios, manifiestan un desarrollo económico muy superior a la media del Estado.
En un contexto europeo, en que los estados delegan cada vez más competencias «por arriba» a la Unión Europea, y «por abajo» a las administraciones regionales y locales, parece lógico pensar que sólo los pueblos que se doten de fuertes movimientos de autoidentificación colectiva, se encontrarán en condiciones de afrontar con éxito, un futuro cada vez más competitivo y despiadado.
Castilla ha dejado pasar a lo largo de su milenaria historia muchas oportunidades. Ahora que se está construyendo la Europa de los Pueblos, los castellanos no podemos permitirnos desaprovechar esta ocasión de mejorar nuestra economía, de afianzar nuestros derechos políticos, y de promocionar nuestra personalidad cultural. Es obvio que los partidos centralistas que gobiernan a los castellanos, no tienen el menor interés en defender nuestra particular realidad. Sólo la extensión del sentimiento castellanista entre nuestra población, así como la aplicación de políticas económicas centradas en promover nuestros recursos, pueden ser una alternativa viable para que Castilla ocupe su lugar en España y en Europa.
Carlos Rad