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Castilla nos une

Castilla nos une

CONTRA ESTA CONSTITUCION. (Septiembre`2003). Pedro de Hoyos. (28/10/2003)

Quiere Pasqual Maragall ganar las próximas elecciones catalanas batiendo a Convergencia y Unión en su propio terreno, el del nacionalismo. Para ello lleva tiempo proponiendo un nuevo estatuto de autonomía para Cataluña, que al parecer el actual no vale o el tiempo le ha dejado corto para las aspiraciones catalanistas. La noticia de última hora es que cuenta con el apoyo y el beneplácito del secretario general socialista José Luis Rodríguez Zapatero, que además apoya también una revisión del estatuto vasco, como una forma de
enfrentarse al plan Ibarretxe.

En sí misma la noticia me alegra y me parece esperanzadora. No tengo nada que oponer pues doy por supuesto que será un nuevo estatuto plenamente acorde con esta Constitución o con otra nueva en la que todos, o una inmensa mayoría, nos pongamos de acuerdo, que las leyes, la Constitución incluida, son mutables y están para adecuarse a las necesidades humanas. Este Estado de las autonomías es rechazado por una buena proporción de ciudadanos, especialmente en Cataluña, País Vasco y, en menor medida, en Galicia. Esta oposición ciudadana, con gran respaldo en las urnas, implica una permanente inestabilidad política con claras tendencias centrífugas, que se ha agrandado con el Gobierno prepotente del PP.
Es una situación de permanente pugna con unos y con otros nacionalismos que no hace más que desgastarnos en una incruenta pero inacabable batalla ideológica y dialéctica: Contra los nacionalismos periféricos, si se observa la situación desde un punto de vista, o contra España si se aplica el otro punto de vista.

Sea como sea es una porfía enquistada que dura ya demasiados años y que malgasta miles de esfuerzos, miles de empeños, miles de horas de trabajo de nuestros mejores hombres, sin que se vislumbre el final, que de no ser así podrían dedicarse a mejores y más productivas tareas. Hay que terminar con todo ello ya, cuanto antes, para dedicarnos a crecer, ser más, mejores, más prósperos y a buscar una mejor vida en lo material y en lo espiritual.

Pero ante este refrendo zapaterista a las opiniones de Maragall (que seguramente no tienen nada que ver con las de Bono o Paco Vázquez) tengo una preocupación que nubla de nubarrones mi mente y que me obliga a fruncir el entrecejo.
En la situación actual, con la actual Constitución no todos los españoles somos iguales ante la Ley. La Constitución de 1978 propugna no una España sino dos muy diferentes, por lo menos. La de las afortunadas regiones de primera velocidad, con un estatuto de autonomía de primera clase, aunque ahora algunos empiezan a verse insuficientes, y las de las otras regiones, castellanas o no, menos afortunadas, más resignadas y conformistas, que fueron condenadas a estatutos de segunda categoría, con una clase dirigente permanentemente doblegada al poder central, cuyo paradigma fue Juan José Lucas, cuyos afanes por ser alguien le llevaron a un permanente plegamiento a la voluntad de Aznar, que seguramente le produjo prolongado dolor de cervicales.

Pero todavía para los castellanos el asunto fue peor. En aquellos dubitativos años de la transición, cuando todo se hacía por primera vez, cuando todo se tenía que descubrir, hubo momentos en que no se sabía cuáles ni cuántas debían ser las regiones. Todo el mundo quería ser autónomo, nadie quería ser menos que el vecino, y provincias de tan rica y acendrada tradición autonomista como Logroño (desde entonces conocida en todo el mundo civilizado como La Rioja) o Santander (que pasó a reverdecer su prehistoria local llamándose Cantabria) quisieron ser cabeza de ratón y rompieron sus lazos históricos, culturales, geográficos y etnológicos con lo que hasta entonces había sido Castilla La Vieja, el tronco común al que todos parecían rechazar como causante de los males de España, léase dictadura franquista, atraso y otros aún por señalar.
Cómo sería la cosa que hasta Segovia, apoyada por un diputado de UCD, pretendió evadirse de su entorno natural castellano y convertirse en autonomía uniprovincial. El desconcierto fue tal que hasta hubo un serio intento de algo que en el día de hoy sería incomprensible: que Guadalajara formase parte de Castilla-León.

En este maremagno de ideas, en el desconcierto político de aquellos momentos, en las probaturas para ver qué y cómo sería la nueva España que había de funcionar necesariamente al primer intento, a los legisladores se les ocurrió que Cataluña tenía derecho a existir, que Galicia, Andalucía o Asturias también, que Euskadi o Canarias también, pero eso no contaba para Castilla. Ah, no, Castilla, no, ésa sí que no tiene derecho a existir. Y en nombre de no sé qué conveniencias se troceó Castilla en cinco regiones autónomas falsas y postizas, que jamás antes habían existido por separado, inventándose unas autonomías uniprovinciales absurdas y faltas del más mínimo rigor histórico, desgajándose de su tronco natural e histórico que era Castilla, inventándose otras regiones extravagantes como Castilla y León y Castilla-La Mancha. ¿Por qué no, ya de paso, una Castilla-La Tierra de Campos o una Castilla-La Alcarria? El esperpento se completó creando una autonomía de pandereta en Madrid, por supuesto desgajada del resto de Castilla. ¿Quiénes y por qué tenían miedo de una única Castilla, fuerte política, demográfica, económica y culturalmente? ¿A quién estorbaba una Castilla influyente?

Y aquí estamos, entre el dontacredismo de Aznar y el salto de la rana de Rodríguez Zapatero, pero nadie se acuerda de nosotros. Cada vez somos menos castellanos, más pobres, más aislados y más viejos, sin que nuestros gobernantes parezcan inmutarse.
De Aznar ya sabemos lo que podemos esperar: “Que no se mueva nada, que no se mueva nadie”. ¿Pero y el Rodríguez Zapatero que apoya un nuevo estatuto para Cataluña y para el País Vasco? ¿Qué piensa RZ de nuestro estatuto? ¿Nada? ¿Por qué no quiere para Castilla lo que preconiza para Cataluña y Euskadi? ¿Qué derechos tienen Cataluña o Murcia o Euskadi que no tenga Castilla? Si los estatutos de Euskadi y Cataluña cambian para mejorar, para otorgar a sus ciudadanos más derechos y más libertades, más capacidad de organizarse, de recaudar y administrar sus impuestos, más capacidad para regirse por sus propias leyes, más capacidad de progresar y mejorar… ¿va a quedar Castilla en la actual situación? Porque, estando clara la discriminación a que está sometida Castilla, al secretario general del PSOE no se le ha oído hablar de reformar los estatutos castellanos. No contamos para el PSOE, no somos nada.
Simplemente para Rodríguez Zapatero el que no llora no mama. Y los castellanos siempre nos aguantaremos en silencio, nunca lloraremos nuestra agónica desaparición, nunca seremos como quienes en otros lugares destrozan cabinas telefónicas, cajeros automáticos y queman banderas de España. Unos no quieren ser españoles, a otros no nos dejan ser como los demás españoles.

¿Quiénes y por qué quieren una Castilla débil y dividida en reinos de taifas? ¿Por qué no interesa una Castilla exactamente al mismo nivel que otras regiones de España? ¿Tal y como están ahora las cosas en España no sería deseable una Castilla en las condiciones que estoy diciendo? ¿No serviría de contrapeso en estos tiempos de Estados Libres Asociados?

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