La Cumbre del Clima reúne en París hasta el 11 de diciembre a representantes de 195 países, para tratar de cerrar el primer acuerdo global que intente frenar el Cambio Climático y sus devastadores y comprobados efectos sobre los Ecosistemas, los Recursos Naturales, las Sociedades Humanas y la economía Mundial.
Como ya hemos comentado en otras entradas de este Blog, la acumulación en la Atmósfera de los Gases de Efecto Invernadero, principalmente el dióxido de carbono, emitidos por las actividades humanas, es la responsable del Calentamiento Global, y por tanto, la causa del Cambio Climático, el actual, y el venidero, más catastrófico e impredecible. Según la Organización Meteorológica Mundial, la concentración de CO2 en la atmósfera alcanzó en 2014 las 397,7 partes por millón (ppm). Antes de la Revolución Industrial era de 278 ppm.
Los científicos estiman que sin tomar medidas de reducción en las emisiones de Gases de Efecto Invernadero, la temperatura media global subirá entre 3,7 y 4,8 grados en 2100 respecto al nivel preindustrial, lo que entre otros efectos, incrementará el número e intensidad de fenómenos climáticos extremos, como inundaciones, sequías y huracanes. Los científicos del IPCC advierten de que ya no se puede impedir que la temperatura media global aumente, siendo la única opción limitar el incremento de temperaturas globales a dos grados en 2100 respecto a los niveles preindustriales. La XXI Conferencia COP, pretende que los 195 países firmantes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), concreten medidas urgentes para reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero. Ya el Protocolo de Kioto, en 1997 fijó metas concretas de reducción de gases de efecto invernadero, pero finalmente, solo vinculó a 37 Estados, de los que 28 pertenecen a la Unión Europea, y que representan el 12% de las emisiones globales. Fuera se quedaron las principales potencias emisoras: China y USA. Aun así, las emisiones globales han seguido creciendo, y entre 2000 y 2010, se incrementaron un 24%. En París, buscamos un nuevo Protocolo que sustituya a Kioto y comience a aplicarse a partir de 2020.
El nuevo tratado no impondrá metas individuales de reducción de CO2. Y quiere que cada país presente Compromisos Voluntarios de Reducción de Emisiones. A unos días del inicio de la cumbre, más de 170 países lo han hecho. Entre ellos figuran todas las principales potencias económicas del mundo.
Probablemente el Cambio Climático es uno de los más serios problemas a los que se tiene que enfrentar la Humanidad los próximos años. Urge tomar decisiones, ya que, de seguir las tendencias actuales, superaremos los dos grados, que es el margen a partir del cual habrá problemas irreversibles, con subida generalizada de las temperaturas, mayor irregularidad de las precipitaciones, incremento de los episodios catastróficos y dramáticos, etc. Sin embargo las políticas aplicadas hasta ahora son insuficientes.
Hay que Reducir drásticamente las Emisiones de Carbono. Para ello hay que aumentar la eficiencia energética, y sustituir combustibles y tecnologías más contaminantes por renovables. El Quinto Informe de Evaluación del Panel Internacional de Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC) estima que las emisiones se deben reducir para 2050 en un 60% respecto a los niveles de 2005; y llegar a ser cero en 2100. Los tres pilares sobre los que debe fundamentarse el nuevo tratado son la reducción, los mecanismos de adaptación y los medios de financiación.
La reducción de las emisiones es compatible con el crecimiento económico y el desarrollo. Lo que es bueno para la sostenibilidad y contra el Cambio Climático, es bueno para la economía. La política inteligente contra el Cambio Climático se basará en actuaciones que sean coherentes, no sean contradictorias, coherentes, eficaces, eficientes y con gran participación pública.
Pero la lucha contra el Cambio Climático no es labor exclusivamente de los líderes mundiales, mientras la ciudadanía se mantiene como mera espectadora, a la espera de las decisiones acertadas de sus representantes, o sufriendo en silencio sus nefastas opciones sobre el planeta. Debemos preguntarnos qué podemos hacer por nuestra tierra, y que acciones, a nuestro alcance, podemos articular para contribuir a frenar los devastadores efectos del Cambio Climático. La acertada expresión “Piensa global, Actúa local”, aplicada al Medio Ambiente, nos urge a mirar hacia el futuro para anticipar qué efectos tendrán nuestros pequeños pero reiterados actos cotidianos.
En el ámbito doméstico podemos impulsar el reciclado de todos nuestros residuos, siempre desde la perspectiva de reducir su generación en primer lugar, de reutilizar todo lo que podamos, y como última opción reciclar, dando una nueva vida a muchos materiales (plásticos, envases, metales, papel, cartón, vidrio, madera, etc…). Estas acciones ahorran toneladas de dióxido de carbono anuales por habitante. Debemos apostar por los mobiliarios sostenibles, en muchos casos generados a partir de materiales reciclados. Y es obligatorio reducir de forma drástica nuestro consumo de energía, con electrodomésticos que gasten poco, buenos aislamientos en nuestras viviendas, priorizando el desplazamiento a pie o en bici, dentro de nuestras ciudades, y cuando ello no sea posible, utilizando el transporte público.
Retrasemos las compras de muchos productos que pueden dar más de sí (ropas, juguetes, muebles, aparatos electrónicos, vehículos,…) y demos, como consumidores, una opción a la compra de segunda mano. A la hora de llenar la despensa o el frigorífico, apostemos por los productos más cercanos y locales, que solo por reducir los kilómetros de su transporte, disminuyen de manera significativa su huella de carbono. Y antes de comernos un solomillo o un filete, pensemos en que las verduras, además en que las verduras y las frutas, además de ser más saludables para nuestra ingesta diaria, necesitan un consumo de agua y de carbono mucho menor que los alimentos animales.
Y en nuestros compromisos sociales, evidenciemos también nuestra vinculación en la lucha contra el Cambio Climático. Que nuestro voto en las elecciones venga filtrado por la lectura previa de los apartados medioambientales de los programas de los diferentes partidos. Que dentro de nuestro gasto social, dediquemos cada año entre 50 y 200 euros para alguna ONG de clara vocación ambiental. Que en nuestra agenda encontremos el hueco necesario para asistir a una exposición sobre la naturaleza, a dar un paseo por nuestros espacios verdes, a asistir a una conferencia sobre ecología o a protestar en una manifestación contra el fracking.
Nuestros representantes políticos tienen mucha tarea pendiente de hacer en París, dentro de las sesiones de la COP21, para frenar el Cambio Climático, pero nosotros, en nuestra casa y en nuestro entorno, también.