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Castilla nos une

Castilla nos une

¿Democracia imperfecta o simplemente corrupta? (Abril 2015).

Para los castellanistas, que sabemos compaginar la vida en un globalizado siglo XXI con el apego profundo al amenazado terruño de nuestros ancestros, son los comicios más importantes, pues nos permiten tener una representación institucional, siquiera simbólica, desde la que aplicar nuestras alternativas sociales, económicas, políticas y culturales.

Alternativas basadas en la democracia directa y participativa, plural y transparente, en una economía que ponga en valor nuestros recursos endógenos y especialmente la capacidad de nuestras gentes, en una sociedad donde todos puedan tener garantizados sus derechos y servicios públicos más esenciales, hoy precarizados por las políticas de recortes del PSOE y el PP. Alternativas, en suma, que permitan reconstruir la identidad cultural de Castilla.

Pero si la calidad de una democracia se mide, en el día a día, por la participación de sus ciudadanos, la transparencia de sus instituciones, y la pluralidad de sus medios de comunicación, la misma democracia pasa habitualmente, en los comicios electorales, su particular “prueba del algodón”, que determina el “nivel democrático” de su sistema electoral, si se me permite la expresión.

Y al llegar al charco electoral ya no hacemos pie, porque una de las premisas básicas de todo sistema electoral democrático: “la igualdad de oportunidades entre todas las opciones”, en nuestro país no ha existido nunca. Los partidos del régimen, básicamente PP y PSOE, financian sus costosos aparatos en un 90% con subvenciones públicas, amén de donativos ilegales y corruptelas varias,; sus fundaciones encargan carísimas encuestas y sondeos de opinión, gracias a la financiación del Parlamento; sus miles de activistas electorales, en realidad son contratados a dedo, pagados por todos nosotros, elegidos por libre designación en mil y una administraciones.

Los medios de comunicación públicos solo recogen informaciones y espacios para los partidos de siempre, y los medios privados, que viven y beben de una obscena y despilfarradora catarata de publicidad institucional, hacen lo mismo, con un descaro incluso mayor. Las campañas electorales de los grandes partidos son pagadas por el Estado, y los ayuntamientos, diputaciones y gobiernos autonómicos, compiten en un derroche de dinero público, con el que pretenden sacar lustre a oxidados candidatos y herrumbrosos gestores.

Ante este panorama, los pequeños partidos, con sus humildes presupuestos, financiados religiosamente con el dinero de las cuotas de sus afiliados, y sistemáticamente ignorados por los grandes conglomerados mediáticos, juegan el modesto papel de insignificantes e idealistas sparrings, ante unos boxeadores tramposos y resabiados, que están hinchados de clembuterol, han comprado al árbitro, y se saben ganadores, sea cual sea el juego marrullero que practiquen en el ring.

No habiendo igualdad de oportunidades para que los electores conozcan a las diferentes opciones, para que comparen sus programas, para que evalúen a sus candidatos, podemos deducir que la pretendida “democracia” en la cual vivimos es realmente un teatrillo, donde se representa una farsa, que los poderes políticos y económicos de siempre pretenden vender a la ciudadanía como algo creíble.

Pero la mercancía averiada se pudre pronto, y enseguida huele mal, y un porcentaje creciente de la gente ha dado claramente la espalda a un sistema que no necesita una mera reforma, sino una reconstrucción desde sus cimientos. Este año, además de los actores que siempre han monopolizado sus corruptas victorias, PP y PSOE, sobre el escenario del Corral de Comedias, los espectadores (pues en eso se han convertido los ciudadanos), podrán ver la representación de dos nuevas compañías, que pretenden monopolizar la tendencia de la “Nueva Política”: Ciudadanos y Podemos.

¿Y que nos ofrecen estos presuntamente inocentes recién llegados? Algo parecido a lo que ha supuesto la abdicación de Juan Carlos en su hijo Felipe, un intento de readaptación de un producto agotado, con un llamativo envase, para seguir captando la atención de los consumidores… ¡perdón!… de los ciudadanos soberanos. Una aplicación, fiel hasta en el tipo de letra, de la máxima lampedusiana: “que cambie todo, para que todo siga igual” (¡ay!, cómo me gusta esta cita de El Gatopardo…)

Dos opciones, Ciudadanos y Podemos, trufadas de tránsfugas, hábiles hasta el extremo en el uso de las redes sociales y de los platós televisivos, centralistas hasta la médula, perfectamente adaptadas a una realidad social donde el militante crítico es una rara avis a la que hay que exterminar, sustituyéndole por una legión de simpatizantes en internet, que colman sus ansias de participación clicando un “me gusta” o retuiteando la ocurrente intervención del líder máximo en el Parlamento del siglo XXI: las tertulias televisivas, aunque haya sido cuidadosamente destilada por una docena de sesudos asesores.

Como en las viejas películas en blanco y negro, los actores del cine mudo ya no tienen cabida en los cines; y ante la llegada de las nuevas películas sonoras y en color, son sustituidos por nuevas caras, que colman las delicias de los espectadores. Mientras, los dueños de las productoras, de las distribuidoras y de las salas… siguen siendo los mismos.

¿Democracia imperfecta? No, simplemente corrupta.

Y ¿por qué participar? ¿Por qué el Partido Castellano (PCAS), como antes Tierra Comunera (TC), estará presentes en estos comicios tramposos?

Por qué la democracia corrupta solo se combate con democracia auténtica; porque ante la mercadotecnia de las maquinarias de asesores, hay que ofrecer alternativas; porque el terreno conquistado al régimen hay que repoblarlo con nuevos ciudadanos; porque quedarnos parados o callados es mucho peor; porque nuestros hijos e hijas merecen un futuro mejor; porque nuestros genes nos impulsan a luchar contra la injusticia cuando la vemos y cuando la sufrimos; porque la peor derrota es el desaliento; porque somos como esos viejos árboles; porque sangre comunera corre por nuestras venas; porque nuestro peor enemigo es nuestro miedo; porque hay batallas que aunque estén perdidas de antemano es preciso librarlas; porque nunca la tierra de Castilla de buenos hombres fue vacía…

Porque, quizás, una noche tuvimos el sueño de ver como germinaba en nuestros campos la primavera democrática, y ese sueño nos llenó, nos satisfizo, nos hizo reír, nos endureció, y nos inmunizó frente a la infección.

¿Democracia imperfecta? No, simplemente corrupta.

 

(Fuente: http://burgosconecta.es/blogs/latenadadelcomun/2015/04/09/democracia-imperfecta-o-simplemente-corrupta/)

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