Profesor de Edafología y Química Agrícola y uno de los fundadores de TC, hace 12 años se convirtió en el primer y único procurador de la formación castellanista en las Cortes regionales. «Yo más que político me he sentido activista», sostiene.
A finales de los años 80, una llamada telefónica de Luis Marcos le embarcó en la aventura de poner en marcha un nuevo partido. Se llamaría Tierra Comunera y defendería un nacionalismo castellano, pensado para ocupar un hueco entre el PP y el PSOE en un momento de la política local más atomizado.
El proyecto creció, en 1995 empezó a ofrecer visos de que el sueño era posible y en el 99 dio la campanada al conseguir tres concejales en Burgos capital, un diputado provincial y un procurador en las Cortes de Castilla y León. Carlos Rad, profesor de Edafología y Química Agrícola en la Universidad de Burgos, ocupó este último cargo: «Era la segunda vez que me presentaba y, sinceramente, llegué casi de rebote».
Sin renunciar a su característica melena, al bigote y la perilla, fue el primer y último parlamentario autonómico de los comuneros. Novato, recuerda que los funcionarios tuvieron que explicarle cómo se presentaba una proposición y que supuestos rivales políticos se portaron como compañeros, entre los que cita a Octavio Granado.
Aquel cambio de posición para quien defendía posiciones de corte burgalesista le permitió entender mejor la región. «Esa época me demostró que Castilla y León está consolidada, que realmente existe un proyecto solidario con intereses comunes a todas las provincias». Sin embargo, los años en las Cortes le reforzaron su opinión de que el centralismo de Valladolid viene impuesto desde los grandes partidos: «Hay una pretensión clara de convertirla en una de las grandes ciudades españolas para que se convierta en un centro importante de toma de decisiones, y los procuradores del resto de provincias no lo cuestionan porque hacen política de partido y se someten a su disciplina».
Contempló a 100 kilómetros de distancia la azarosa y corta vida del tripartito que ayudó a gobernar a Olivares, y reconoce que aquella salida del gobierno, «junto a un excesivo desarrollo ideológico del nacionalismo», fue lo que impidió el afianzamiento de la opción política comunera.
Hoy Carlos Rad tiene 49 años y se dedica a su actividad docente en la UBU, a su mujer y a sus hijos, cuya infancia tuvo que sacrificar. No parece plantearse su vuelta a la primera fila: «Es que yo más que político me he sentido activista», reflexiona. A su juicio, periodos demasiado largos en el poder acaban siendo perjudiciales «porque es muy difícil renovarse y a partir de los 8 o 10 años imposible». Por eso cree que Juan Vicente Herrera, cuyos comienzos alaba «porque supuso un revulsivo y un momento de esperanza tras la salida de Juan José Lucas a Madrid», debería ir preparando su relevo, «sea ahora o al final de la legislatura».
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