LA ECONOMÍA DE CASTILLA: TRES REGIONES, TRES DESTINOS
Ramiro García Fernández. Universidad de Valladolid
El objetivo de este trabajo es ofrecer una visión panorámica del crecimiento y de las transformaciones, de desarrollo en definitiva, de la economía de «Castilla» en las cuatro últimas décadas, e intentar vislumbrar su proyección hacia el futuro inmediato. Una vez examinadas las señas de identidad de ese proceso de desarrollo, y como no podría ser de otra forma, se presenta una explicación del mismo, que espero que resulte suficientemente satisfactoria.
Aparentemente se trata de un objetivo, sin mayores complicaciones, sin embargo el problema surge a la hora de identificar el ámbito de estudio, «Castilla», en la medida en que en la demanda que se me ha formulado por los organizadores, «Castilla» se entiende como «el espacio genérico y difuso que ocupan ambas mesetas españolas, sin asociar este concepto a ninguna entidad administrativa concreta de las hoy existentes». Esta inconcreción espacial, que puede ser valida desde una perspectiva espiritual, literaria, y hasta cierto punto histórica, no resulta nada operativa desde la perspectiva del análisis de la economía. En consecuencia se impone identificar ese espacio, «Castilla», con el de las entidades administrativas existentes en el mismo, esto es: Castilla y León, Castilla La Mancha y Madrid. Se trata, sin duda, de tres regiones diferentes; diferencias especialmente grandes entre las «dos Castillas» (aunque la terminología pueda parecer repetitiva utilizaré esta denominación siempre que quiera referirme conjuntamente a Castilla y León y Castilla La Mancha) y Madrid. Estas diferencias desaconsejan unificar, o mejor, agregar las tres comunidades a la hora de efectuar el análisis, y por el contrario invitan a tratar a cada una por separado, para dejar bien claros sus perfiles respectivos, y en paralelo ir viendo los contrastes y similitudes que existen en su evolución y estructura. Esta circunstancia tiene el inconveniente de hacer que la exposición resulte menos ágil, e incluso a veces repetitiva, pero este parece ser el coste para tener la visión más adecuada de los acontecimientos y de sus causas.
El trabajo esta dividido tres apartados. En el primero se examinan la evolución y las principales transformaciones que ha experimentado la economía «castellana» desde los años sesenta hasta la actualidad. El segundo está dedicado a ofrecer una explicación de las razones de los cambios reflejados en el punto precedente. Y en el tercero y se efectúa un apunte sobre las tendencias que se observan en la actualidad de cara al futuro inmediato.
Por último, quiero advertir que a lo largo de toda la exposición aparece un sesgo castellano-leonés. Esto es el reflejo de mi mayor familiaridad de la economía de esta región. No obstante espero que este sesgo no oscurezca la exposición de los hechos fundamentales y su explicación razonada.
1. Las transformaciones de la economía de castellana
El objetivo de este apartado es mostrar qué dinámica y qué tipo de transformaciones ha experimentado la economía de «Castilla» a lo largo del período de referencia y el sentido de las mismas. Para ello se han seleccionado las variables que convencionalmente se suelen utilizar como indicadores de dichas transformaciones: PIB, Renta Familiar Neta Disponible, Empleo, Productividad y Población. Por último se estudia el cambio en la estructura sectorial del empleo y de la producción.
1.1.- El crecimiento económico
El crecimiento del PIB que han experimentado las tres comunidades de referencia se puede caracterizar en los siguientes términos:
· En primer lugar hay que constatar que se trata de un crecimiento apreciable; con una tasa media para todo el período superior al 3,5% en las tres comunidades.
· En segundo lugar hay que señalar el carácter marcadamente cíclico de este crecimiento. Con una primera fase muy expansiva entre 1960 y 1975, una segunda donde el crecimiento es muy escaso entre 1975 y 1985 y una tercera, en que se recupera de nuevo un ritmo de expansión bastante fuerte. Véase el cuadro 1.
· La tercera nota es que se trata de un crecimiento muy desequilibrado. Este desequilibrio tiene dos manifestaciones de desigual importancia. La primera se refiere a las diferencias entre los tres grandes espacios. A este respecto hay que señalar que frente a una tasa de crecimiento anual media de todo el período del 5,43% de Madrid, las de las dos Castillas no llega al 4%, siendo algo superior la de Castilla La Mancha. La segunda de esas manifestaciones se refiere a las enormes distancias que se dan en el crecimiento de las diferentes provincias del conjunto del espacio de referencia. En Castilla y León el mayor ritmo de crecimiento corresponde a Valladolid y Burgos, situándose el resto de las provincias en una posición muy alejada, en particular Zamora. En Castilla La Mancha las posiciones de cabeza, y muy destacadas, corresponden a Toledo y Guadalajara. Junto con esto hay que señalar que incluso el crecimiento de las provincias más dinámicas de las dos Castillas queda bastante alejado del de Madrid.
Estas tres notas no son exclusivas de la evolución de PIB en las tres comunidades, sino que son las que caracterizan el crecimiento de esta variable en el conjunto de España. Ahora bien, si comparamos las trayectoria del PIB de las tres regiones con el del conjunto nacional nos encontramos con: a) un crecimiento medio del período superior a la media nacional en Madrid y significativamente menor en las dos Castillas, siendo mayores las distancias en el caso de Castilla y León; b) diferencias considerables en los ciclos, especialmente importantes en el caso de Castilla y León. Aquí el ciclo se caracteriza por su mayor suavidad, que se traduce en un menor crecimiento en las fases expansivas y un crecimiento algo superior en las recesivas. En cambio los ciclos de Madrid y Castilla la Mancha se asemejan más al nacional, con la nota de que entre 1985 y 1996 Castilla La Mancha ha sido, junto con Baleares, la región con crecimiento más rápido.
La consecuencia del expresado crecimiento del PIB ha sido el aumento del PIB «per capita». Sin embargo, esta variable ha experimentado un crecimiento más rápido en las dos Castillas que en Madrid y que en el conjunto de España en todos los períodos. Esta aparente paradoja se debe al descenso permanente de la población . En el caso de Castilla y León este descenso, al que luego nos referiremos expresamente, ha tenido lugar de forma prácticamente ininterrumpida. En cambio en Castilla la Mancha cesó a partir de mediados de la década de los años ochenta, aunque el aumento ha sido menor que en España, lo que sumado a un crecimiento del PIB por encima de la media nacional, ha conducido, al igual que en caso de Castilla y León, a que se haya producido una notable convergencia del PIB «per cápita» respecto al de Madrid y a la media nacional.
1.2. La evolución de la Renta Familiar Neta Disponible
El crecimiento de la renta ha seguido una tendencia similar a la de la producción, como era de esperar. No obstante se aprecian algunas diferencias que es preciso destacar. La primera es que para el conjunto del período el mayor crecimiento se registra en Castilla la Mancha, superando por muy poco al de Madrid y la media nacional. La segunda en que, frente a lo que sucedía con le PIB, Madrid registra en todas las fases un crecimiento inferior a la media nacional. Estas desviaciones son todavía más palpables cuando lo que se observa es la Renta «per cápita», donde el crecimiento de Madrid no alcanza ni el 50% del de Castilla La Mancha.
Todas estas desviaciones en la evolución de la renta respecto a la del PIB responden a la dinámica de las trasferencias de renta que se producen entre los ciudadanos del conjunto del país, y por lo tanto entre las regiones. En esta dinámica Madrid, junto con Cataluña y las otras regiones más desarrolladas transfieren recursos, fundamentalmente vía la Seguridad Social, a las regiones con menor grado de desarrollo, poblaciones más envejecidas… De esta forma nos encontramos que mientras los índices de PIB «per cápita» para Castilla y León, Castilla La Mancha y Madrid en 1996 eran respectivamente 94,7;86,6; y 127,5 los de Renta «per cápita» eran 101,8;92,9 y 110,9. Se puede añadir a lo anterior que si las diferencias en PIB «per cápita» entre las dos primeras regiones y Madrid se redujeron respectivamente 23,85 y 30,04 puntos, las correspondiente a la Renta «per cápita» lo hicieron en 41,08 y 53,71. Estas cifras reflejan suficientemente el fenómeno de las transferencias de rentas interregionales.
1.3. La evolución del empleo
La evolución del empleo también separa las tres regiones castellanas en los dos bloques ya señalados: las dos Castilla por un lado y Madrid por otro. La trayectoria de las dos primeras es muy similar a lo largo de todo el período, si bien se pasa por fases diferenciadas. Así entre 1960 y 1985 en Castilla y León se perdieron 345.050 empleos, el 29,5% de los existentes el primer año y en Castilla la Mancha 248.029 el 34,3%; por el contrario en Madrid se crearon 536.552, lo que representa un aumento del 52,3%. Bien es cierto, que estos empleo se crearon entre 1960 y 1975, puesto que entre 1975 y 1985, apenas aumentan en 7282, lo que no deja de ser importante, si se tiene en cuenta que en estos años lo que predominó en el conjunto de España fue una destrucción permanente de puestos de trabajo. En la segunda fase, esto es entre 1985 y 1997, la evolución del empleo ha ido en la misma dirección en las tres comunidades pero las diferencias en el ritmo de crecimiento han sido considerables. Según los datos de la EPA los aumentos entre los dos años citados suponían respectivamente el 5,11%; 11,07%; 32,95% y 19,95% para España.
La comparación con el conjunto de España nos muestra una situación similar a la del PIB. Esto es, a lo largo de todo el período la evolución ha sido peor en las dos Castillas que en el conjunto nacional, y francamente mejor en Madrid. Y de nuevo nos encontramos con que a partir de 1985 Castilla La Mancha logra superar ligerísimamente la media nacional.
1.4. La productividad
Uno de los aspectos que mejor reflejan la naturaleza del proceso de desarrollo económico es la evolución del PIB por persona ocupada, la productividad. En este punto hay que señalar que, dadas las trayectorias un tanto dispares que durante la mayoría de los años de este período han seguido el PIB y el Empleo, se ha producido un aumento permanente de la productividad en las tres regiones.
El crecimiento ha sido muy parecido en las tres comunidades, si bien Madrid y Castilla la Mancha superan a Castilla y León, y en los tres casos se está por encima de la media nacional.
Este considerable aumento de la productividad sólo puede interpretarse en el sentido de la modernización que ha experimentado el sistema productivo de las tres regiones y que tiene su base en el cambio en la estructura sectorial del empleo y el considerable aumento en el stock de capital por trabajador. No obstante lo anterior debe señalarse que esta modernización del sistema productivo no ha tenido unas bases idénticas. Así, mientras que en la Comunidad de Madrid la modernización se ha fundamentado en un desarrollo permanente de nuevas actividades productivas, en las dos Castillas han tenido un peso más destacado la mejora y renovación de las actividades tradicionales, o en cualquier caso ya implantadas al inicio de los años sesenta.
Aunque el crecimiento ha sido considerable en las tres regiones debe tenerse en cuenta que los niveles alcanzados son bastante dispares, y constituyen el mejor de los indicadores para medir el nivel de desarrollo alcanzado por cada una de las regiones. Desde esta perspectiva quedan también perfectamente claras las distancias entre Madrid y las dos Castillas
1.5. La dinámica poblacional
La evolución de la población dentro de un espacio abierto, sin fronteras, suele ser un buen indicador de la naturaleza de la dinámica económica de ese espacio. Esto es así por la sencilla razón de que en ausencia de esas fronteras la población fluye hacia las regiones donde la presión social sobre los recursos es menor, o simplemente hacia donde es más fácil encontrar empleo y «ganarse la vida».
Desde esta perspectiva, se puede decir que la trayectoria de la población castellana es un calco bastante preciso de las correspondientes al PIB y al empleo, que hemos visto en los puntos precedentes.
En Castilla y León, la trayectoria poblacional ha sido continuamente negativa, coincidiendo por lo tanto con el menor crecimiento del PIB y el empleo que en el conjunto nacional. El mayor ritmo de descenso se produjo entre 1960 y 1975, y fue la consecuencia del proceso migratorio. No obstante la tendencia descendente continúa en las fases posteriores, sólo que ahora su principal sustento es una natalidad, que desde 1989 se sitúa por debajo de la tasa de mortalidad. El resultado de estas diferencias no es otra cosa que un saldo vegetativo de signo negativo y de magnitud creciente, dado el progresivo envejecimiento de la población. Este permanente descenso de la población es posiblemente uno de los signos más preocupantes de la evolución económica y social de Castilla y León, ya que se alimenta de una natalidad en retroceso continuado, que vienen a revelar una especie de «pesimismo ontológico» en el que parecen haberse instalado las gentes de esta región tras décadas permanentes de regresión.
Por otro lado hay que señalar que ese número descendente de pobladores se van concentrando en las capitales de provincia y/o en las localidades que las circundan. Esto ha dado lugar a que el medio rural esté cada día más despoblado y todavía mucho más envejecido que el conjunto, hasta el punto de que cada vez hay más pueblos donde los niños comienzan a ser seres extraños y exóticos.
La trayectoria de la población en Castilla la Mancha responde también a la evolución del PIB y el Empleo y tiene, por lo tanto, algunas diferencias significativas con la de Castilla y León. Así entre 1960 y 1985 nos encontramos con dos fases de retroceso. Muy aguda la primera, en que se pierde el 16,84% de la población de 1960. En cambio en el tercer período cambia el signo de la tendencia y esta región registra un ligero aumento de la población, apoyado básicamente en un lento crecimiento vegetativo.
Frente a esta trayectoria depresiva de las dos Castillas, la evolución de la población madrileña se puede catalogar de espectacular. Baste decir para justificar el calificativo que prácticamente se multiplica por dos. Este crecimiento no es constante . Es muy intenso en el primer período, continúa siendo fuerte en el segundo y se ralentiza en el tercero. Pero incluso en esta fase es prácticamente el doble que en el conjunto nacional. Esto último pone de manifiesto que a pesar del frenazo que desde finales de los años setenta viene experimentando la población española, Madrid continúa siendo una comunidad: primero con alguna capacidad de atracción de la población de otras áreas y segundo, con una natalidad más viva que la media nacional.
El resultado de estas tres trayectorias diferentes es que mientras Madrid ha pasado de tener en 1960 el 8,4% de la población nacional al 12,94 de 1997. Castilla y León ha pasado del 9,4 al 6,3 y Castilla la Mancha del 6,5 al 4,2. Como puede observarse el porcentaje inicial y final de la suma conjunta de las tres comunidades es muy parecido, pero la distribución ha cambiado de forma radical.
1.6. Las modificaciones de la estructura productiva
Uno de los puntos de observación que permiten obtener una imagen más adecuada de los cambios que experimenta la economía es, sin duda, el relativo al cambio estructural, entendido como la modificación a lo largo del tiempo, del peso relativo de los diferentes sectores.
La primera consideración a realizar es que en 1960 la estructura productiva de las dos Castillas se puede catalogar como muy tradicional, en el sentido de que el sector agrario generaba más de 50% del empleo. En el caso de Castilla La Mancha llegaba al 60,2%. La contrapartida de este gran peso del sector agrario era el escaso tamaño de los servicios y especialmente de la industria, que en ambos casos se quedaba muy distante de los 23,2% correspondiente a la media nacional.
En una situación muy diferente se encontraba Madrid, donde el sector agrario tenía un peso insignificante y en cambio los servicios superaban ya el 50% y la industria alcanzaba prácticamente el 30%. Porcentajes que nos hablan de una estructura mucho más moderna que la nacional.
Pues bien, a lo largo de estos años el cambio que se ha producido en la estructura productiva se podría calificar casi de radical, en la medida en que: 1º) El sector agrícola se ha convertido en las dos regiones en una actividad minoritaria, aunque todavía algo por encima de la media nacional, en particular en Castilla y León. Este hecho no deja de ser importante si se tiene en cuenta que en 1960 el peso de la agricultura en Castilla y León era siete puntos inferior que en Castilla La Manca, mientras que en la actualidad es tres puntos superior; 2º) El sector servicios se ha convertido en ambos casos en el principal sector de actividad con el 59,7 y 55,8% respectivamente, valores todavía distantes del 65% de la media nacional. 3º) La industria y la construcción son las dos actividades con un peso más cercano a la media nacional.
Este tipo de modificaciones son plenamente coincidentes con las que han tenido lugar en la estructura productiva madrileña, sólo que dadas las diferencias en el origen, la estructura de esta comunidad está ya completamente polarizada en torno al sector servicios, que representa prácticamente el 80% del empleo, mientras que el extremo opuesto la agricultura, ya no alcanza el 1%.
En síntesis, hay que destacar que :
1. Se ha producido un cambio productivo muy profundo.
2. Ese cambio apunta en el sentido de la modernización del aparato productivo de las tres regiones, al igual que el habido a nivel nacional, y viene marcado por la pérdida de peso de la agricultura y el aumento espectacular de los servicios.
3. La consecuencia de estos cambios es que se ha producido una convergencia clara del tipo de estructura productiva de las dos regiones, tanto respecto a España como respecto de Madrid. Bástenos decir que la varianza conjunta de los cuatro sectores en las tres regiones se ha reducido en un 81,8%. No obstante el cambio evidente y la convergencia a la que ese cambio ha conducido, hay que señalar que en el caso de la industria y de la construcción, entre 1985 y 1996, se ha producido un aumento de la varianza. En el caso de la construcción esto se debe al aumento de su peso relativo en las dos Castillas frente al sostenimiento en Madrid. Y en el caso de la industria es la consecuencia de la abrupta caída de su peso en Madrid, frente a un deslizamiento mucho más suave en las dos Castillas, aunque coincide el sentido del movimiento.
Las conclusiones a las que se llega al realizar este análisis utilizando la variable PIB, son prácticamente las mismas enunciadas más arriba. Únicamente debe tenerse en cuenta que en este caso el cambio estructural parece menos intenso, debido a que en el origen el peso del sector agrícola era menor, y mayor el de industria y los servicios, como consecuencia de las considerables diferencias de productividad.
Aunque la estructura productiva, vista desde la perspectiva de los grandes sectores se ha aproximado mucho, hay que señalar que sin embargo la estructura interna de los mismos, en particular en los casos de la industria y los servicios presenta grandes diferencias. Ver cuadro 3.
En el caso del sector industrial estas diferencias se pueden resumir en los siguientes términos: En Castilla y León la estructura del sector industrial responde esencialmente a dos notas:
1. está extremadamente polarizada en torno a tres ramas de actividad, Energía,(básicamente minería energética y producción de electricidad) Alimentación, y Material de transporte. Estos sectores representaban en el 1994 el 65% del PIB industrial y el 48% del empleo.
2. si de deja a un lado el sector de Material de transporte, se trata de una industria muy centrada en actividades tradicionales (Energía, Alimentación, Minerales no metálicos, …) que en la actualidad presentan un crecimiento muy lento de su demanda, y que por lo general tienen bajo contenido tecnológico.
La industria Castellano-manchega responde en lo esencial a este mismo esquema. Presenta un alto grado de concentración del que en este caso son protagonistas los sectores de la Energía, Alimentación y Productos metálicos, (representan el 60% del PIB y el 40% del empleo) y también en este caso se trata de actividades tradicionales y de bajo contenido tecnológico y lento crecimiento de la demanda.
Frente a estas notas la industria madrileña:
1. está más diversificada, los tres primeros sectores suponen el 52% del PIB y el 47% del empleo, y
2. se trata de una industria donde tienen un peso muy significativo, actividades más modernas, con mayor contenido tecnológico y mayor crecimiento de la demanda, del tipo de Material eléctrico y electrónico; Maquinaria y equipo, Química farmacéutica… .
En definitiva presenta un perfil más moderno y que sin duda ofrece un mayor potencial de crecimiento.
Por lo que se refiere al sector servicios, aparte de las considerables diferencias de tamaño ya indicadas entre las dos Castillas y Madrid, hay que destacar que la especialización en las dos Castillas es muy similar, separándose en cambio radicalmente de la de Madrid. La primera diferencia a señalar es que tanto los servicios destinados a la venta como los no destinados a la venta, que engloba las actividades típicas de las administraciones públicas, tienen un peso mucho más grande en Madrid. El segundo contraste se sitúa dentro de los servicios no destinados a la venta. Aquí hay que destacar que los Servicios de instituciones de crédito y seguros y Otros servicios destinados a la venta, tienen un peso muy superior en Madrid. En este último sector se engloban una parte de las actividades más modernas. Como servicios prestados a empresas, del tipo de asesoría en materia fiscal, financiera, tecnológica, mercadotecnia…
En síntesis estas diferencias son el indicativo del papel de Madrid como capital política y administrativa de España, y por otra parte, y en conexión en gran medida con el hecho anterior, como principal centro financiero y económico del país. Esto ha atraído hacia Madrid la sede de gran número de empresas, tanto nacionales como extranjera, de instituciones financieras y de entidades de toda índole, otorgándole un nivel destacado de centralidad, en el conjunto de España, pero si cabe todavía en mayor medida respecto a las dos comunidades circundantes.
En conclusión hay que decir que la evolución que ha experimentado la economía «castellana» a lo largo de estos años presenta las siguientes características:
1. Un crecimiento considerable del PIB, si bien irregular, en el doble sentido de temporal y espacial que ya se ha señalado.
2. Un aumento muy notable de la Renta Familiar Neta Disponible, en términos absolutos y en mayor medida aún «per cápita». En este caso muy facilitado en las dos Castillas por el descenso poblacional y las trasferencias de renta interregionales.
3. El punto en el que más se separan las trayectorias respectivas de las tres regiones es justamente en el empleo, ya que mientras en Castilla y León la tendencia es hacia un caída permanente del mismo, que a duras penas se frena entre 1985 y 1997, en el caso de Castilla la Mancha las cosas han cambiado a partir de 1985 en un sentido muy positivo. Frente a estas trayectorias la de Madrid ha sido siempre mucho más favorable.
4. Justamente, y en el sentido en que ya se ha señalado, esta dinámica tan diferente del empleo es la que explica mejor que cualquier otro argumento, la que desde nuestro punto de vista es la expresión más acabada de las diferentes trayectorias económicas por las que han transitado las tres economías de referencia, la evolución de la población. Esta evolución nos indica que frente en aumento, desigual en el tiempo pero permanente, de la población en Madrid, o el retroceso inicial, que ha logrado enderezarse desde mediados de los ochenta en Castilla la Mancha, Castilla y León registra un descenso continuado.
5. A lo largo de estos años se ha producido un profundo cambio es la estructura sectorial, tanto de la producción como del empleo. Este cambio ha tenido dos efectos a destacar. El primero es que ha permitido el paso de una estructura productiva sumamente tradicional, en las dos Castillas, a otra mucho más moderna, donde la agricultura es ya un sector de dimensiones reducidas. El segundo es que, con algunos matices, la estructura productiva de las dos regiones citadas se ha aproximado a la de España, e incluso a la de Madrid, que ha sido siempre una estructura productiva mucho más moderna. No obstante, esto no debe ocultar el hecho de que la estructura interna de los sectores, en particular de la industria y los servicios, es muy diferente, con un carácter mucho más tradicional en las dos Castillas que en Madrid.
6. Por último, hay que señalar que la productividad del trabajo ha crecido de forma intensa en todas las regiones, pero las diferencias entre las dos Castillas y Madrid son considerables, lo que constituye el indicativo más claro de que se trata de regiones con niveles dispares de desarrollo.
Vista cada una de las regiones por separado se puede decir que estamos en presencia de tres trayectorias diferentes, trayectorias que se pueden definir en los siguientes términos.
Castilla y León: La evolución de la economía de Castilla y León a lo largo de estos años se ha caracterizado por:
a) un crecimiento significativo del PIB, pero inferior a la media nacional.
b) Un crecimiento de la Renta Familiar Neta también significativo, pero también inferior a la media nacional.
c) En cambio cuando estas magnitudes de observan en términos «per cápita» se aprecia un mayor crecimiento que la media nacional, lo que ha dado lugar al progresivo acercamiento entre los valores regional y la nacional. En el caso de la renta este crecimiento ha sido aún mayor y se ha superado la media nacional, lo que es el indicativo de los efectos de las transferencias de rentas que recibe la región. Debe señalarse que la convergencia en los niveles de PIB y Renta «per cápita», en la medida en que las variables originales han crecido menos en la región es la consecuencia del descenso poblacional.
d) La evolución del empleo es la que más se aleja de la media nacional. Ese alejamiento es la consecuencia de un comportamiento peor en Castilla y León en todas las fases. En la primera por que los signos son contrapuestos; en la segunda porque la destrucción de empleo es superior en la región y en la tercera porque, se crea menos empleo que a nivel nacional.
e) El peor comportamiento de todas las variables mencionadas hasta aquí ha tenido uno de sus efectos principales en la dinámica recesiva de la población; alimentada primero por la emigración, que a su vez conduce a un agudo envejecimiento; luego por la caída de la natalidad, caída superior a la media nacional como consecuencia de ese mismo envejecimiento y la permanencia del proceso migratorio, aunque muy mitigado en comparación con los años sesenta.
f) Las tendencias de las diferentes variables descritas hasta aquí han tenido uno de sus pilares fundamentales en el cambio de la estructura productiva. Este cambio ha permitido a la región pasar de una estructura muy tradicional, donde el sector agrario generaba algo más del 50% de la ocupación a otra donde las actividades no agrarias, generan algo más del 86% del empleo.
g) No obstante la importancia del cambio estructura, hay que señalar la transformación interna de cada uno de los sectores productivos aunque ha sido intensa muestra debilidades e insuficiencias que explican en buena media el por qué del menor dinamismo de la economía de Castilla y León que de la nacional, o no digamos ya de la madrileña. Entre esas debilidades hay que señalar la existencia de una especialización, en particular en los sectores de la agricultura, la industria y los servicios en el tipo de productos o ramas de actividad con un menor crecimiento de la demanda.
En resumen, hay que señalar que la trayectoria de la economía regional ha sido peor que la de las otras dos regiones, y que la nacional, lo que lo que se traducido en una pérdida de peso en relación con España y en el menor nivel de desarrollo que pone de manifiesto las diferencias en el PIB por persona ocupada.
Castilla la Mancha: La trayectoria de la economía de Castilla La Mancha a lo largo de estos años se ha caracterizado por:
a) un crecimiento significativo del PIB, inferior a la media nacional entre 1960 y 1985 pero superior con posterioridad.
b) Un crecimiento de la Renta Familiar Neta Disponible superior a la media nacional.
c) Cuando estas magnitudes de observan en términos «per cápita» se constata un mayor crecimiento que la media nacional, lo que ha permitido el acercamiento entre la media regional y la nacional. En el caso de la renta este crecimiento ha sido aún mayor, lo que, como se ha señalado, es el indicativo de los efectos de las transferencias de rentas que recibe la región. Entre 1960 y 1985 la convergencia en los niveles de PIB y Renta «per cápita», ha sido consecuencia del descenso de la población, mientras que entre 1985 y 1996 ha influido el menor crecimiento de la población junto con el mayor crecimiento del PIB.
d) También en este caso la evolución del empleo es la que más se aleja de la media nacional, y otra vez es la consecuencia de su peor comportamiento en todas las fases. En la primera los signos son contrapuestos; en la segunda el ritmo de destrucción de empleo es casi el doble que en el conjunto nacional y en la tercera porque se crea menos empleo que a nivel nacional.
e) El peor comportamiento de todas las variables mencionadas hasta aquí en las dos primeras fases, ha tenido su reflejo en el descenso de la población, descenso que se torna en ligero crecimiento en la tercera, cuando las dos variables citadas crecen a un ritmo similar o algo superior a la media nacional.
f) Las tendencias de las diferentes variables descritas aquí se asientan, como en el resto de los espacios en el cambio de la estructura productiva. Este cambio ha permitido a la región pasar de una estructura muy tradicional, donde el sector agrario generaba el 60,2% del empleo a otra donde las actividades no agrarias, generan algo más del 86%.
g) A pesar de la magnitud del cambio estructura, la estructura interna de cada uno de los sectores productivos presenta debilidades e insuficiencias que restan mayor estabilidad y garantías al crecimiento que esta región viene experimentando en los últimos años. Al igual que en Castilla y León entre esas debilidades están la existencia de una especialización en los sectores de la agricultura, la industria y los servicios en el tipo de productos o ramas de actividad con un menor crecimiento de la demanda.
Madrid. Frente a los problemas e insuficiencias de la evolución de la economía de las dos Castillas, hay que comenzar señalando que la dinámica económica de la Comunidad de Madrid ha sido mucho más brillante. Esta brillantez procede del fuerte crecimiento del PIB, la Renta, el empleo y la productividad. El crecimiento de estas variables ha permitido una expansión permanente del número de habitantes muy por encima de la media nacional. En estas circunstancias, y si se tiene en cuenta el carácter redistributivo de la actuación de las administraciones públicas, se comprende que las variables «per cápita» se hayan acercado a los de la media nacional, que no obstante se siguen situando muy por encima.
En Madrid, que ya contaba al comienzo de los años sesenta con una estructura productiva mucho más moderna que la del conjunto de España, ha continuado el cambio estructura en el sentido del retroceso de todas las actividades diferentes a los servicios, lo que ha conducido a que en el momento actual la economía de esta región gire esencialmente en torno a este sector, con la ventaja de ser el lugar de ubicación de los servicios más modernos y de mayor valor añadido. Esto no significa que no tenga una buen tejido industrial, con la nota de que frente a lo que sucede en las dos Castillas, tienen un peso relativo mucho ma