A finales del siglo XIX surge un movimiento musical denominado nacionalismo por el interés de determinados músicos por la música folclórica, toda vez que se entiende que el folclore es la expresión más genuina de la identidad de un pueblo. Musicalmente se enraíza en el movimiento del romanticismo.
A nivel global destaca inicialmente el movimiento en Rusia, donde debe mencionarse la figura de Cui, con su obra El prisionero del Cáucaso; al que siguieron otros compositores como Balakirev, Rimsky-Korsakov, Mussorgski, (con su obra Boris Gudonov) o Borodin, con el El Príncipe Igor. Todos estos músicos logran construir un lenguaje musical de características muy peculiares al tener que trabajar con folklore que en el caso ruso estaba muchas veces lejos de las leyes armónicas y melódicas del mundo occidental por esto todos ellos enriquecen la música de una manera especial.
Pero el nacionalismo musical no sólo debe quedarse en una mera estética folclórica, como enriquecimiento del lenguaje musical, sino que va más allá y procura inspirarse en los paisajes, describir ambientes, gentes y en general lo más arraigado en cada nación, intentando con ello dar a conocer la esencia de cada pueblo, desde el interés en exteriorizar el amor profundo que cada uno de los compositores tiene hacia su tierra.
Este movimiento surge también con fuerza en otros países como Bohemia, que ya había tenido gran importancia en la época clásica hasta que los austríacos la conquistaron en la Guerra de los Treinta Años y cuya consecuencia fue diluir el carácter checo con una fuerte cultura germana. A este país se unirán Moravia y Eslovaquia a la hora del resurgimiento musical. Smetana es uno de los fundadores de esta escuela. Compone los 6 poemas sinfónicos denominados Mi Patria y una serie de óperas de tema histórico de sus país. En el norte de Europa destaca el finlandés Sibelius (1865-1957) con su conocida obra Finlandia, el noruego Grieg, cuyas obras más importantes para piano son arreglos de danzas folklóricas noruegas, destacando sus danzas y canciones noruegas, erigiendose en uno de los músicos más personales de este nacionalismo europeo.
La música nacionalista norteamericana toma un carácter especial por el Jazz. En realidad, habría que hablar más de exotismo que de nacionalismo, dado que el Jazz es música negra. Hay un músico relevante: George Gershwin (1898-1937). Crea una ópera de tema negro, Porgy and Bess y dos obras sinfónicas importantes, Rapsodia en azul y Un americano en París, en ambas existe una clara inspiración rítmica y melódica.
En Hungría surge el nacionalismo más progresista y avanzado de toda Europa con dos músicos de gran relevancia: Kodaly y Bela Bartok. El folklore húngaro tiene unas cualidades muy distintas de todos los demás y es que en esta nación se han encontrado varias razas muy diferentes y cada una ha dejado su forma específica de folklore: los húngaros propiamente dichos, los gitanos y los turcos.
Dentro del Estado español destaca el andaluz Manuel de Falla (1876-1946). Entre sus obras debe señalarse: La vida breve (se basa en elementos folklóricos); Amor Brujo, y El sombrero de tres picos (esencia folklórica andaluza). Falla modificó sus planteamientos y pasó del folklore más o menos pintoresco de la vieja Andalucía a tratar temas de la música castellana, buscando ese ascetismo tan típico de las esencias castellanas y que tanto entusiasmará a la Generación del 98. Joaquín Turina (1882-1949) también busca la inspiración en Andalucía, con una serie de obras como Sinfonía Sevillana, y La procesión del Rocío. En Valencia destaca Oscar Esplá, con la Sinfonía Aitana. En el País Vasco, Guridi, con su ópera Amaya, la zarzuela El Caserío o Diez Melodías Vascas. En Cataluña debe citarse a Pablo Casals con el oratorio El Pesebre.
Por lo que respecta a Castilla, al igual que en las demás manifestaciones no sólo artísticas, sino de las actividades que de cualquier índole desarrollan los castellanos, nos encontramos con que la labor de éstos se encuentra siempre relegado a una categoría que no se corresponde provocando su injusta ignorancia, ya que bien no se fomenta o bien no interesa que su se conozca. Pues bien, en Castilla existe un compositor perteneciente a esta corriente que no se le ha hecho justicia, se trata del representante más genuino del nacionalismo musical en este país, se trata de Conrado Del Campo, del que podemos citar las siguientes obras:
OBRA SINFONICA
– Bocetos castellanos
– Obertura madrileña
– Evocación y nostalgia de los molinos de viento
– Evocación en Castilla
– Fantasía castellana
– Tríptico castellano
– El viento de Castilla
OBRAS PARA INSTRUMENTO
– León
– Danza del Bufón (basada en el poema de Castilla)
MUSICA DE CAMARA
– cuarteto castellano
ZARZUELAS
– Aires de la Sierra
– El burlador de Toledo
OBRA CORAL
– Castilla
– El viento de Fuensaldaña
– Seis canciones Castellanas
OBRAS FUERA DE CATALOGO
– Romance Castilla Inmortal
– Una noche en Pedraza
– La novicia de Alcalá
– Jardines de Madrid
– Poema Sinfónico Castilla
– Impresión castellana.
Como dice Mercedes García Hurtado de la Universidad Complutense de Madrid, en su artículo La dualidad germanista-españolista en Conrado del Campo a través de su cuarteto Caprichos Románticos:
En definitiva, el germanismo de Conrado del Campo como una forma de componer más que como una idea estética ya que fue defensor a ultranza de lo Nacional.
Ah!, Se me olvidaba Conrado del Campo nació y murió en la castellana villa de Madrid (1.878-1.953).
Lucio Rivas Clemot. TC-PNC (Madrid)