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Castilla nos une

Castilla nos une

Aún nos queda el encinar.

Artículo de Opinión de Luis Marcos publicado en GENTE de Burgos el 26 de Enero de 2018, coincidiendo con el XX Aniversario de la publicación.

Hace veinte años, mi hija mayor tenía pocos meses de vida, había defendido mi tesis Doctoral y accedido al funcionariado docente e investigador como profesor de la Universidad de Burgos. La ciudad vivía momentos convulsos por el agotamiento de veinte años en su ayuntamiento de mayorías absolutas conservadoras, y junto a mis compañeros de Tierra Comunera, empezábamos a diseñar la estrategia de proyección social del castellanismo que nos permitiría un año después, obtener tres concejales y lograr un consistorio más representativo de la pluralidad social existente en Burgos. Eran los tiempos en que nos acostumbrábamos a informarnos de la actualidad a través de un nuevo medio: Gente en Burgos.

Han pasado veinte años, somos más maduros. O quizás más viejos. Y nuestra ciudad y nuestro entorno también han cambiado, poco a poco, pero dibujando un paisaje social y urbano en 2018 que cada vez es más diferente al de 1998. Vivimos primero una década caracterizada por el boom inmobiliario, la fiebre urbanística, la especulación del suelo, los precios desorbitantes de la vivienda, planes de ordenación urbana que preveían que miles de hectáreas de secano se transformarían en decenas de miles de viviendas en la periferia de nuestra ciudad y de nuestro alfoz… sueños de unos cuantos promotores que convirtieron Burgos en una de las capitales españolas con el precio de la vivienda más cara. Llegaron inmigrantes: ecuatorianos, rumanos, marroquíes, búlgaros para atender a una demanda de trabajo en la construcción, la hostelería, los servicios sociales, la agricultura y ganadería que los burgaleses ya no querían realizar, y se integraron con nosotros. Y también alcanzó el exceso a las administraciones públicas que gastaron cientos de millones de euros en levantar calles para volverlas a pavimentar, en proyectos innecesarios que beneficiaban a unos pocos aunque los pagáramos todos… Y tras una década de fiebre consumista y despilfarro, llegó fría y brutal la crisis, con decenas de miles de nuevos parados en nuestra provincia, con el cierre de empresas, comercios y explotaciones agropecuarias, con cientos de familias desahuciadas de sus viviendas por no poder pagar la hipoteca, con miles de jóvenes burgaleses marchando al extranjero.

El paisaje de Burgos hoy es muy distinto al de 1998. Hemos visto cerrarse el tren Directo Madrid-Burgos por Aranda en 2011, tras años de incuria, desidia y abandono. Nuestras burgalesas Cajas de Ahorros han desaparecido, dilapidando 100 años de ahorros de nuestra sociedad, Infraestructuras prometidas hace décadas como las Autovías a Logroño, a Aguilar de Campoo o el Corredor del Duero, son todavía sueños similares al Parque Tecnológico; el AVE no acaba de llegar y ya está machacando los servicios a la gente del ferrocarril convencional, la Nacional I sigue cobrándose vidas mientras la Autopista de Peaje ha vivido dos prórrogas de su concesión, tenemos un aeropuerto, pero no vuelos, la Despoblación y el Envejecimiento se hacen insoportables en nuestro medio rural condenando a la extinción no solo a cientos de pueblos sino a comarcas enteras. Nuestros fantásticos proyectos culturales, sean Atapuerca o el Camino, siguen sin alcanzar las expectativas proyectadas.

Algunos cambios, a priori positivos, nos han dejado un amargo sabor de boca, como el hecho de contar con un Nuevo Hospital, pero que en sugestión prioriza los intereses económicos privados por encima de la prestación sanitaria de calidad, o el cierre de la Central Nuclear de Garoña, que deja el vacío de unas imprescindibles y urgentes inversiones públicas para buscar otras actividades económicas más sostenibles y ambientales en Valle de Tobalina y su entorno.

En el ámbito político, el monopolio del PP y el PSOE se ha roto por otras formaciones emergentes que, desgraciadamente practican los vicios más indeseables de la vieja casta. El deseo de administraciones públicas modernas, eficientes, ágiles, transparentes y participativas, sigue siendo un sueño para la mayor parte de los ciudadanos, asqueados por una corrupción que, también en Burgos, intuimos bajo las alfombras de la Diputación, el Ayuntamiento, la Junta de Castilla y León, nuestras desaparecidas Cajas de Ahorros o determinadas empresas. Los vecinos de Gamonal, encolerizados y con sus estallidos sociales, han sido la punta del iceberg del hartazgo de los burgaleses con la situación en que vivimos.

Desde el punto de vista ambiental, el hecho más negativo e irreversible lo sitúo en la desaparición de las dos terceras partes del bosque autóctono de Villafría a principios de siglo bajo los gobiernos de Olivares y Aparicio, y el más positivo, los avances generalizados en la gestión completa del ciclo del agua, en el reciclado de residuos y en la extensión del cinturón verde de la ciudad.

El potencial de Burgos queda encorsetado por la mediocridad de nuestros responsables políticos y por la cobardía de quienes desde su liderazgo social, cultural, vecinal, mediático o empresarial prefieren el anonimato, a quedar señalados en una ciudad cuyos caciques no perdonan. Hay decenas de retos para empujar las energías burgalesas: reclamar nuestro protagonismo como Capitalidad de la Lengua Castellana asociada al negocio de la enseñanza del idioma, potenciar el papel de Burgos como ciudad industrial de Castilla y León, agilizar con inversiones reales todas nuestras paralizadas infraestructuras, exigir la Facultad de Medicina que empuje nuestra Universidad y nuestra posición en la liga de la sanidad, creernos que somos la Ciudad de la Justicia de nuestra Comunidad, iniciar un ilusionante Programa de Repoblación y rejuvenecimiento de nuestro Medio Rural, avanzar en la práctica de una democracia avanzada, en una sociedad evidentemente plural… tantas y tantas cosas.

Es notoria la incapacidad de administraciones, empresas y sociedad de generar un proyecto ilusionante y colectivo, que tire de la sociedad y la economía, que movilice energías e ilusión… nuestros vecinos de Vitoria lo consiguieron siendo la única “Green Capital” de Europa, Málaga con su mosaico de museos, Bilbao con el Guggenhein… Los burgaleses, especialmente los más jóvenes, no pueden tirar la toalla ante el reto de construir un futuro mejor. Nosotros, los comuneros, los castellanistas, gente luchadora y reivindicativa a lo largo de toda la historia de Castilla seguiremos trabajando por nuestra gente, por nuestra tierra… como dice el poema: “Si los pinares ardieron, aún nos queda el encinar”.

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